Nov 11_2020 La vida del hombre, como la que Yo os mostré con Mi Presencia entre vosotros, debe ser intachable, debe ser una vida en la que vosotros tomáis Mi lugar como Cristos y camináis también entre los hombres, como Yo lo hice.

Rosario matutinoMensaje ÚNICO

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Mensaje de Nuestro Señor Jesucristo a J. V.

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Primer Misterio. Habla Nuestro Señor Jesucristo.

(Lenguas…) Hijitos Míos, Yo os dije: “Amaos los unos a los otros, como Yo os he amado”. Esta frase, que parece muy simple, muy sencilla, encierra en ella vuestro futuro eterno.

Os explico: Vosotros os podéis preguntar cómo debemos de amar a los demás, y Yo por eso vine a la Tierra. Me mandó Mi Padre a que os enseñara cómo debéis amaros y os dejé toda una Evangelización en Obras, en Palabras, en Amor. ¿Acaso en las Sagradas Escrituras se habla de alguna maldición que Yo haya hecho hacia algún hombre, o groserías, malos tratos, indiferencias, como vosotros lo soléis hacer? Mantuve en Mi Vida los Mandamientos que Mi Padre os dio para que Yo fuera Ejemplo de ellos, y no caí en tentación contra ninguno de los Diez Mandamientos.

La vida del hombre, como la que Yo os mostré con Mi Presencia entre vosotros, debe ser intachable, debe ser una vida en la que vosotros tomáis Mi lugar como Cristos y camináis también entre los hombres, como Yo lo hice. Vuestra vida, al ser intachable, la debéis vivir en honradez, en pureza, buscando ser santos, como Yo, vuestro Dios, Soy Santo, respetando a vuestros hermanos, a vuestras hermanas, al no faltarles al respeto, sin proposiciones indecorosas, sin groserías hacia los demás.

Recordad que vosotros pecáis de pensamiento, palabra, obra y omisión. En vuestros pensamientos, fácilmente podéis caer en faltas, que ciertamente vuestros hermanos no las conocen, pero Yo, vuestro Dios, conozco perfectamente cuáles son vuestros pensamientos que os pueden llevar fácilmente al pecado, empezando con la impureza. Seguimos con los malos deseos, porque sois dados a desearle a alguien un mal por algo que recibisteis de ellos, que no os gustó por cómo fuisteis tratados por tal o cual hermano vuestro. El pensamiento, si vosotros no lo detenéis, lo podéis echar a volar y os puede llevar por lugares en los cuales vosotros podéis pecar fácilmente con la imaginación.

Las palabras, una espada de doble filo: Igual podéis vosotros alabar, engrandecer a alguien, ayudarle a alcanzar la santidad con vuestros consejos, pero igual podéis mentir, podéis blasfemar, podéis destrozar a una persona hablando mal de ella, y la matáis en vida al inventar cosas que no ha hecho. La palabra la debéis cuidar y ésta debe llevaros hacia el Bien, hacia la santidad, debe ayudar a vuestros hermanos y a vosotros mismos a alcanzarMe, a vivir como Yo Viví, ayudando a vuestros hermanos, dándoles salud, dándoles nueva vida, y todo a través de la palabra.

Las obras: ¡Cuántas veces caéis en errores graves por vuestras obras! A veces con situaciones en las cuales comprometéis a otras personas y a vosotros mismos. Podéis destrozar también la vida de otras personas al aprovecharos de su inocencia y vosotros, actuando malévolamente, podéis afectar a vuestros hermanos por toda su vida con vuestras obras, desde un mal ejemplo hasta el asesinato. Así como podéis dar muerte en cuerpo, también podéis dar muerte en el alma con vuestras obras y palabras.

Y una forma de pecar gravemente, también, y que casi no la tomáis en cuenta, son las omisiones: Actos en los cuales vosotros, pudiendo ayudar a vuestros hermanos de una u otra forma, no lo hacéis, pasando desde el “qué dirán” o por la flojera de hacer el bien, o queriendo vosotros veros primero, cuidando vuestra salud de cuerpo antes de ver por la salud del alma, que es lo que sucede ahora, en estos momentos, principalmente con Mis ministros en la Iglesia.

Hay múltiples formas de pecar con lo que os acabo de decir. Estas cuatro formas en las que el hombre puede fallar fuertemente, y eso aplicado en cada uno de los Mandamientos, os van llevando a un estado en el cual vosotros debéis ser muy cuidadosos en lo que veis, pensáis, habláis, obráis.

Ciertamente, llegar al Reino de los Cielos podría decirse que es difícil, pero realmente es fácil cuando os dejáis mover por Mi Santo Espíritu, que vaya guiando vuestra vida y que, en lugar de que os dejéis llevar por vuestras pasiones, os dejéis llevar por la Luz del Espíritu Santo, y así se os hará más fácil el camino que debéis seguir.

Estáis llamados a la santidad, Mis pequeños, y la santidad cuesta, pero tenéis que tomar en cuenta que el regalo que os he prometido, que es el Reino de los Cielos, es un regalo inmenso que vosotros ni siquiera tenéis idea de su grandiosidad, pero que lo ganarán aquellos que han puesto todas sus capacidades espirituales, físicas, mentales, para mantenerse en el Bien, para alegrarMe a Mí, vuestro Dios, y por consecuencia alegrar a vuestros hermanos.

El Cielo lo ganan aquellos que luchan y quiero que vosotros seáis de ellos; que no importe cómo veáis la forma de lograrlo, pero que luchéis por obtenerlo. Es vuestro Hogar Eterno y debéis luchar por regresar a él.

Gracias, Mis pequeños.