Rosario matutino – Mensaje ÚNICO.
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Mensaje de la Santísima Virgen María a J. V.
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Primer Misterio. Habla la Santísima Virgen María.
(Lenguas…) Hijitos Míos, Soy vuestra Madre, la Siempre Virgen María. Me duele tanto Mi Corazón al ver lo que el enemigo ha hecho con la Iglesia de Mi Hijo, que tanto dolor, tantas lágrimas, tanto sudor le ha costado y el hombre impávido está.
Veis ahora la oscuridad que está cubriendo a la santidad de la Iglesia. En los momentos que estáis viviendo, se están dando las profecías que Yo os di en Mis Apariciones: una gran oscuridad, una gran apostasía, y el hombre nada hace por levantarla. La Iglesia padece la Pasión de Mi Hijo, la gente actual actúa como la de aquel tiempo, se burla de la Iglesia; los mismos sacerdotes, escribas, ancianos de aquel tiempo siguen luchando contra Mi Hijo para eliminarlo, y ahora sucede lo mismo, el error, la maldad, surge de dentro de la Iglesia. Los que debieran defenderla, los ministros son los que más se burlan, son los que más cometen pecados y sacrilegios contra ella y los fieles nada pueden hacer más que orar, más que sacrificarse, hacer penitencia y reparaciones por lo que estáis viendo.
Los Dolores de Mi Hijo, de Su Pasión, los estáis padeciendo vosotros, Mis pequeños, los que aún amáis y os dais con amor por Mi Hijo, los que aún Le seguís y defendéis Su Palabra y Sus Obras. Vosotros sois los escogidos de este tiempo para acompañar a Mi Hijo en Sus Dolores, en Su Pasión, en Su Muerte, pero también lo acompañaréis en Su Resurrección.
Mucha maldad se ve por todos lados, el hombre impávido está, no hay temor en su corazón, no hay amor por lo que Mi Hijo os dejó; no buscan crecimiento espiritual porque no desean ser limitados en su actuar. Satanás os ha desviado a un libertinaje total y, además, os ha llevado a no sentir arrepentimiento de vuestros actos nefastos, pecaminosos contra los Mandamientos y contra las Leyes de Nuestro Dios y Señor.
Mis pequeños, cuando amáis a alguien le defendéis hasta con vuestra propia vida, y eso no se ve, prácticamente, ahora en estos tiempos, no hay quién defienda a Mi Hijo. ¿Dónde está el Cirineo? ¿Dónde está la Verónica? ¿Dónde están las lágrimas de aquellos que Le seguían y Le amaban? ¿Dónde está el amor, el Amor que Él os enseñó, que Él vivió, que os transmitió? ¿Dónde está esa vida de piedad, de sacrificio y de amor, para levantar a este mundo hacia la Verdad y arrancarle las almas a satanás? ¿Dónde están esos apóstoles valientes que lleven la Palabra y el Ejemplo de Mi Hijo? Lo habéis dejado solo, sufre, llora al ver que no hay prácticamente nadie que Le acompañe en Su Dolor, y Su Dolor no fue, sino es, lo ha seguido viviendo por estos más de 2,000 años y, en lugar de ir mejorando, todo empeora a vuestro alrededor y, sobre todo, en vuestro interior.
¿Cómo os queréis defender del mal que os rodea cuando no creéis en el Bien que se os da? Mi Hijo, el Cielo entero, os cuidan, pero la gran mayoría de vosotros ni siquiera os dais cuenta de ello; os creéis merecer todo lo que tenéis, cuando es Mi Hijo el que lo ha ganado para vosotros, y ¿dónde están los agradecimientos? ¿Dónde está aquella alma que se postre ante Él y le ofrezca su vida, le ofrezca ser compañía en todo momento, como lo es Él para cada uno de vosotros?
¡Cuánto error se ha diseminado a vuestro alrededor! Satanás os va quitando el Amor de Mi Hijo y Mi Amor de Madre hacia vosotros, y ¿quién os defiende? ¿Dónde están esas almas valientes que Nos defiendan? El hombre ya no tiene corazón de santos, su corazón se ha vuelto de piedra, no sabe amar sólo sabe desear, y desear lo malo. El hombre cree merecer todo, todo lo que tiene a su alrededor, y exige como niño pequeño, cuando ya sois grandes y debierais haber madurado en el Amor que os dejó Mi Hijo. Ya no os dais por el hermano necesitado, porque ni siquiera os dais primeramente por Mi Hijo, nada más veis por vuestras necesidades y volteáis la cara cuando el necesitado se acerca.
Soy vuestra Madre y tengo que amonestaros porque no estáis actuando como verdaderos hijos de Dios, como almas que han sido creadas para amar, para darse por el bien que habéis ganado con la Muerte de Mi Hijo, con toda Su Evangelización, con todo Su Ejemplo, con todo Su Amor. Habéis hecho tanto daño a vuestro alrededor al no ser ejemplo santo, porque os habéis apartado de lo que Mi Hijo os dio. No respetáis ya lo Sagrado que tenéis a vuestro alrededor, ya no os arrodilláis ante Aquel que os dio la vida, que es Mi Señor y Mi Dios.
¡Cuánta falta de amor lleváis en vuestro ser! Buscáis sólo aquello que os causa gusto y placer, y despreciáis todo aquello que os puede santificar y que, ciertamente, lo estáis padeciendo, pero no lo queréis aceptar ni ofrecer. El dolor lo tenéis ya a vuestro alrededor y, si fuerais sabios y sencillos, debierais tomarlo y unirlo a los méritos de Mi Hijo por vuestra salvación, por vuestra santificación y la de los vuestros pero, en lugar de hacer esto, lo despreciáis y abofeteáis a Mi Hijo, exigiéndoLe que os dé una vida sin problemas, sin dolores.
¡Qué tontos sois, Mis pequeños! ¡Cuánta Sabiduría Santa os falta! Vuestros años en edad no os han servido en gran cosa para ganar el Cielo, al contrario, vuestros años os han llevado a cometer pecados más graves, y no os queréis dar cuenta de ello. Algunos, ya ancianos, siguen viviendo para el mundo, siguen apegados a lo material, a todo aquello que les impide volar hacia el Cielo; están cargados de lastre, tanto de pecados como de apego a las cosas que no les permiten vivir en caridad y en amor. A pesar de su edad, y sabiendo que les queda poco tiempo y que pueden utilizar los bienes que escondidos están, la avidez, la avaricia por ellos, en lugar de abrirles las puertas del Cielo, se les cierran más.
Os falta tanta Sabiduría y mucho amor, porque no buscáis el bien de vuestros hermanos, como Mi Hijo os lo enseñó. Él se dio en totalidad por cada uno de vosotros, y vosotros os escondéis de Él porque no soportáis Su Mirada que os acusa de tanto pecado que traéis. ¿Cómo os presentaréis ante Él en vuestro Juicio Final, pudiendo haber reparado y ganado el Cielo, compartiendo de los bienes de la Tierra, aceptando también vuestros dolores y uniéndolos a los de Él? Despreciasteis esas oportunidades de salvación y vivís solamente para el placer y el pecado. Ese lastre, ese lastre os llevará a vuestra condenación eterna. Entended, Mis pequeños, que estáis a escasos segundos de grandes desastres y que muchos perderéis la vida, la vida del mundo, la vida del cuerpo, pero también la vida del alma.
¡Cuánto dolor le causáis a Mi Hijo! Él os veía a cada uno de vosotros en el Huerto de los Olivos y lloraba por cada uno de vosotros. Prácticamente no Le dais ningún gusto ni Le quitáis dolores, porque poco os importa lo que Él hizo por vosotros. Mucho sufriréis por vuestro dolor y vuestro desprecio. Con vuestros pecados, vuestros olvidos, vuestras hipocresías y mentiras, Le provocáis tantos dolores; la impureza en vuestros ojos, en vuestras palabras, en vuestras acciones, os cierran cada vez más la entrada al Reino de los Cielos. ¿Creéis que con vuestro actuar actual os podréis ganar el Reino de los Cielos? Haceos esta pregunta y dejad que Mi Esposo, el Santo Espíritu que habita en vosotros, os ayude a encontrar la respuesta a éste, vuestro actuar actual.
¡Levantaos, Mis pequeños! Levantaos, pedid perdón de vuestras faltas, reparad por vuestros pecados. Acercaos a Mi Hijo para que Él os perdone, Él lo hará, no temáis, Mis pequeños, estáis ante el Amor Profundo y Eterno, Él es vuestro Dios, Él se dio por vosotros, Él perdona todas vuestras faltas, pero venid a Él arrepentidos y Él os perdonará. No desperdiciéis más el tiempo que os puede dar vuestra salvación eterna, no dejéis pasar el tiempo en que podéis acercaros a Él y así os salve. Pedid perdón de corazón, arrepentíos de corazón y Él os dará la salvación eterna.
Gracias, Mis pequeños.