Abr 04_01 Todos pertenecéis a Mi Cuerpo Místico.

Mensaje.

 

Mensaje de Nuestro Señor Jesucristo a J. V.

 

Habla Nuestro Señor Jesucristo,
Hijitos Míos, Yo Jesús, vuestro Dios Encarnado, os vine a enseñar lo que Mi Padre Me dio para vosotros.

Todos pertenecéis a Mi Cuerpo Místico, pero muchos de vosotros, ó no lo aceptáis, porque no lo entendéis, ó entendiéndolo, no lo aceptáis.

Así como el cuerpo tiene sus miembros y cada uno debe cumplir una función específica, a cada uno de vosotros, pertenecientes a Mi Cuerpo Místico, se os han dado, también, dones para ponerlos a trabajar para bien de Mi Reino y para el crecimiento espiritual de vuestros hermanos.

Así como en el cuerpo no todo es ojos, no todo es manos, no todo es corazón, así también, entre vosotros, Mi Pueblo, el Pueblo de Dios, todos tenéis diferentes funciones, pero todas ellas tienden a una sola cosa, vivir la vida en vuestro Dios.

Quiero hacer hincapié en esto y deseo lo comprendáis bien. Antes que nada debéis pedirMe humildad y sabiduría, porque por vuestra pequeñez y vuestra soberbia, tendéis a las envidias muy fácilmente.

Cuando bajáis a la Tierra cada alma lleva una misión y ésa misión es para bien de Mi Reino y para bien de todos vosotros. Al tener cada uno de vosotros una misión diferente, os estoy dando a entender que nadie tiene el conocimiento pleno y que debéis depender los unos de los otros. Si con humildad lo entendéis así, os debéis dar cuenta de que para alcanzar la perfección que Mi Padre os pide, debéis cuidaros los unos a los otros.

Si en lo humano no todos sois médicos ó ingenieros ó panaderos ó cocineros, etc., y eso os lleva a buscar de la ayuda de unos y otros para complementaros, lo mismo sucede en lo espiritual. A algunos les doy dones más espirituales, más íntimos, para que estén más junto a Mí, de Corazón a corazón, pero no por ello si son más ni son menos que aquellos otros a los que les he dado el don de reunir a sus hermanos para que escuchen Mi Palabra a través de ellos ó a aquél otro que enseña a sus hermanos a cultivar la tierra y les enseña la forma de agradecerMe por los frutos de la tierra con los que os alimento ó a otro de vuestros hermanos que, con el don de consejo, eleva espiritualmente al que se le acerca.

Mis dones son muchos, así como vuestras necesidades lo son. Por desgracia, por vuestra escasa espiritualidad, sois muy dados a las envidias y así como hay dones espectaculares, vuestra soberbia trata de opacar ó aún hasta atacar a quien los posee.

Entended que Yo he dado ésos dones a quien he querido y nadie más los debe tener porque ésas almas son las encargadas de cuidarlos y de compartirlos con sus hermanos. Si atacáis a ésas almas escogidas, por vuestra soberbia, simultáneamente os estáis atacando a vosotros mismos, porque si no protegéis el don del hermano y no le ayudáis en su desarrollo, inevitablemente todos os estáis privando de él.

Para ejemplificaros mejor esto os voy a poner un ejemplo sencillo.  ¿Qué pasaría si por envidias mucha gente atacarais al granjero y al ganadero arguyendo que por ser muy ricos ya no les vais a ayudar y hasta les vais a destruir su granja y ganadería, respectivamente? Inevitablemente, por vuestra envidia, sí, acabaríais con su fuente de riqueza, pero vosotros, todos,  os quedaríais sin los frutos de la tierra, de la leche y la carne para vivir.

En lo espiritual sucede lo mismo, atacáis ó priváis de ayuda al que tiene el don, pero como es un don espiritual y no es tan palpable como lo son las cosas materiales, no os dais cuenta, de inmediato, el mal que a futuro os estáis haciendo.

Ya os había dicho que de tiempo en tiempo voy suscitando almas para ayudaros a crecer en todos sentidos y si fuerais más sabios, vivierais más en Mí y cuidarais más lo Mío, que es para bien vuestro, deberíais de cuidar de ésas almas, como se cuida una flor rara de invernadero.

Cada uno debe dar fruto según el ó los dones recibidos y debéis cuidar de los dones de los demás porque os conviene para vuestro crecimiento y desarrollo, tanto físico, como espiritual y tecnológico.

A causa de que vuestro corazón no vive unido al Mío, por ello vivís en la obscuridad y no alcanzáis a ver todos los cuidados y bellezas con las que os regalo a diario. Sólo os preocupáis por llenar vuestros bolsillos y de obtener más propiedades mundanas y cuando os queda “tiempo libre” os la pasáis criticando a los que son mejores que vosotros y si no lo podéis atacar de obra, os la pasáis destruyendo con la lengua.

Entended que nadie vale más ni vale menos, vuestro valer estriba en llevar a cabo vuestra misión en la forma más perfecta posible, por ello, todos vosotros debéis acrecentar el ó los dones recibidos y no debéis perder vuestro tiempo, que es Mi Tiempo, en andar destruyendo y tratando de opacar la misión de los demás.

¿Hasta cuándo vais a aprender? Sois tan pequeños y tan frágiles en la Gracia que, en vez de uniros y apoyaros  unos a otros para crecer, os atacáis y os separáis porque aún no sabéis dar.

Lo que Yo os di en dones, para cumplir satisfactoriamente vuestra misión, NO es vuestro y os lo di para que los compartierais y así, mientras más tengáis, más servicio deberéis dar a vuestros hermanos.

Como ya os he dicho, las capacidades que os he dado, rápidamente las convertís en productoras de dinero y no en servicio para los demás. Decís: Si yo tengo tal ó cual don lo voy a poner a fructificar para provecho propio, para ser más rico, con ello llegar a ser más respetado, porque soy más poderoso.

NI UN CENTAVO DE LOS BIENES QUE OBTENGAIS, POR MIS DONES OTORGADOS, OS LLEVAREIS A LA OTRA VIDA y de vosotros dependerá que sea vida de gozo ó vida de dolor.

En cambio, SI LOS DONES LOS PUSISTEIS AL SERVICIO DE VUESTROS HERMANOS ENTONCES SÍ PODRÉIS LLEVAROS SUS BENDICIONES PARA TODA LA ETERNIDAD. Si servisteis bien en la Tierra, gozareis perfectamente en el Cielo.

Cada uno de vosotros cuenta con un tesoro particular en su alma. Ninguno es igual y de cada uno de vosotros depende vuestro gozo terreno y vuestro gozo eterno.

Lo que hagáis por vuestros hermanos en la Tierra, se os recompensará al ciento por uno en el Cielo.

Yo os bendigo en Nombre de Mi Padre, en Mi Santo Nombre y en el Nombre de Mi Santo Espíritu de Amor.