Ago 24_99 El gran respeto con que se vive en el Cielo vivido en la Tierra.

Mensaje de Dios Padre a J.V.

Habla Dios Padre,
Sobre: El gran respeto con que se vive en el Cielo vivido en la Tierra.

Javier, hijito Mío, te he permitido ver y sentir el respeto, amor, trato con el que se vive en el Cielo y que Yo deseo se viva, también, en la Tierra. Y a todos vosotros, hijitos Míos, os quiero hablar sobre la vida en familia que debéis llevar desde ahora, sobre la Tierra.

Yo os he explicado que lo que conocéis y formáis en la Tierra y llamáis familia, es la forma de vida que se vive en el Cielo, en Mi Reino Celestial, siendo Yo, vuestro Padre y todos vosotros, Mis hijos. Todos vosotros sois Mis hijos y por consiguiente, todos vosotros sois hermanos, pero os permito ser, en un determinado momento, sobre la Tierra, papás y mamás, de vuestros mismos hermanos, para recordaros, en la presencia paterna, Mi Presencia como Padre de todo el género humano. Por eso os dijo Mi Hijo Jesucristo: “No llaméis a nadie Padre, puesto que sólo tenéis uno que está en los Cielos”.

Vuestra condición de papás y mamás os coloca en la posición de servidores de vuestros hermanitos que acaban de bajar a la Tierra y a los que llamáis, hijos. Esto también os debe hacer recordar las palabras de Mi Hijo, cuando os dijo: “El que se sienta mayor entre vosotros, que sea siervo”. Vosotros, como padres, Me servís ayudando a elevar a Mis creaturitas, a las almas que envío a la Tierra, en el Amor, en las Virtudes, en la educación de la Palabra de Mi Hijo y en la Vida en la Gracia.

La posición de papás, en una familia, os crea una responsabilidad muy grande en vosotros mismos, la de crecer en la vida del Cielo o sea, crecer en la vida de la Gracia, para que al vivirla la enseñéis con la palabra, pero sobre todo, con el ejemplo. Vuestra obligación como papás, es la de elevar el nivel espiritual de vuestros “hermanitos”. Este es un misterio muy bello que os he dejado vivir, el de educar a Mis pequeñas almas con las que hacéis familia.

La vida en la Tierra debe parecerse a la del cielo y a eso deberá tenderse a unir el Cielo con la Tierra y que, por fin, “se haga en la Tierra cómo en el Cielo”. Debéis daros cuenta perfectamente de que vuestra misión, es misión de amor, misión de esperanza, misión de unión, entre el Cielo y la Tierra.

En el Cielo se vive un respeto profundo a Mi Presencia Real y Verdadera, la misma que tenéis en todos los tabernáculos de la tierra y que habéis olvidado.

¿Cómo queréis que Mis almitas Me amen, Me respeten, Me busquen, sientan total apoyo y confianza en Mi, vuestro Padre, si vosotros mismos no lo vivís ni lo enseñáis? Soy un Dios desconocido, si no de palabra, sí de Mis Enseñanzas.

La mayoría de los seres humanos hablan de un dios, pero de un dios que no tiene forma, ni se sabe de sus enseñanzas. No se le conoce por su amor, como a Mi, sino, en la mayoría de los casos se habla de dioses que producen temor, por su potencia destructiva, por su venganza contra el que lo ofende. Esa es la idea que se tiene de la mayoría de los “dioses” que se conocen. Además, un gran porcentaje de los que siguen la doctrina de Mi Hijo Jesucristo, tienen ésa idea errónea de Mi posición de Padre-Dios, es más, muchos no Me conocen ni Me buscan bajo ésa presencia de Padre, sino sólo de la de Dios, palabra divina con la cuál se imaginan a un divino ser, grande, omnipotente e inalcanzable, al que es casi imposible tener, puesto que se consideran tan pequeños e indignos de que un dios tan grande se fije en ellos, que ni pierden el tiempo por buscarMe en la oración y en la confianza plena, ya que se imaginan que vivo en Mi Cielo, muy lejos, como para bajarMe a vuestra altura y a vuestras necesidades. Esto y muchas otras cosas falsas se os enseñan, porque vivís aún como en los tiempos antiguos, en los tiempos de los profetas del Antiguo Testamento, tiempos de terror y no de amor y así no vivís ni queréis aprender ni enseñar lo que Mi Hijo Jesucristo os trajo del Cielo.

¡Yo estoy en vosotros, Yo estoy con vosotros, Yo estoy para vosotros! Debéis entender esto, vivirlo y enseñarlo a todos los vuestros.

Yo estoy en vosotros, en vuestro corazón. Mi Santo Espíritu vive en vosotros, pero como somos Tres Personas, indivisibles, Padre, Hijo y Espíritu Santo, los Tres vivimos en cada uno de vosotros.

Yo estoy con vosotros. Yo vivo en medio de todos vosotros. Conozco vuestras penas y angustias. Conozco vuestros gozos y alegrías. Conozco vuestra vida social y la de vuestros hermanos. Vivo en vuestra sociedad, tanto a través de aquellos que Ya Me han permitido vivir plenamente en ellos, como en personajes que ni os imagináis, que están a vuestro alrededor y que a través de ellos os voy probando en las virtudes, especialmente en la caridad.

Yo estoy para vosotros. Estoy como un papá de la Tierra está. Para aconsejaros, para ayudaros a salir de un aprieto, para guiaros, para daros lo necesario para cumplir vuestra misión, para amaros, daros el amor, que en muchos casos, se niegan aún entre vosotros mismos.

La vida de la Tierra se debe parecer a la del Cielo, en el trato familiar y en la ayuda que se deben de tener unos con otros, transmitiendo su conocimiento y ayudándose mutuamente a crecer sin envidias. En el Cielo, los hermanos mayores, los que han crecido en virtud y sabiduría, enseñan a las almas menores a crecer. Dan, porque tratan de parecerse a Mi, en Mi Hijo. El dio, sin esperar recompensa. Mi Hijo os enseñó sobre la Vida Divina, con el deseo de mostraros y prepararos el vivir en la Casa Paterna. Aquí en la Tierra vosotros aprendéis a cómo comportaros ante los diferentes lugares y eventos sociales a los que asistís. Aprendéis a comportaros ante la gente a la que véis todos los días así como con gente ilustre a la que no tratáis casi nunca ó aprendéis el trato que debéis tener ante un presidente, el Papa ó algún potentado. Vuestro trato y vuestra presencia en el ser y en el vestir, es diferente con ellos que con el que tenéis con la gente que véis todos los días. De todo esto, lo más importante que debéis aprender, es sobre “el vestido” que deberéis siempre llevar, es el estado de vuestra alma. Podréis vestir y adornar bellamente a vuestro cuerpo, pero la calidad de vuestra alma siempre se hará notar, estéis vestidos como estéis. Ya os he explicado que debéis aprender a ver a las almas, no a los cuerpos y que el estado y la calidad del alma se muestran a través de las manifestaciones del cuerpo. Conocéis su calidad por sus modales, por su educación, por su trato, por su forma de hablar y sobre todo, por su forma de tratar a los demás, con amor sincero y con respeto. Es al alma a la que debéis enseñar, educar, hacerla crecer en el amor, en Mi Amor  y en Mis Virtudes y así su trato “vestirá” a vuestro cuerpo. Ya no serán las ropas ni las joyas las que le den la calidad a la persona, sino su trato, su forma de vida, su vida íntima Conmigo es lo que va a dar valor a la persona.

La vida en familia es eso, hacer elevar a las almas a ése grado de perfección espiritual y así estaréis preparándoles a vivir como se vive en el Cielo y de ésta forma no se les haga difícil entrar a vuestra Morada Eterna, donde tendrían que purificarse, primeramente en el Purgatorio, para aprender a vivir lo que, vosotros “papás”, no supisteis dar en la Tierra. Debéis dar en totalidad, sin envidias. Deberéis ser lo suficientemente humildes para reconocer vuestra posición y limitaciones, porque, si os toca educar a alguna alma con más capacidades que la vuestra, orgullosos os deberéis sentir, primeramente porque Yo, vuestro Dios de Perfección, confié en vosotros, a pesar de que erais más pequeños y os dí un alma mayor para que la guiarais con lo que tuviereis. Con esto os quiero enseñar que Yo mismo no desprecio a nadie y además os enseño que aún los que parecen ser menores, insignificantes a ojos humanos, pueden dar cosas grandes a nivel espiritual, a las almas que les he asignado.

La humildad es la mayor de las virtudes que se viven en Mi Reino de Amor, por eso os enseñó Mi Hijo Jesucristo: “El que quiera ser grande en el Reino de los Cielos, que sea el más pequeño ante sus hermanos”.

Debéis vivir vida de Cielo en vuestras familias, para que al entrar en contacto con vuestros hermanos de otras familias, les llevéis ésa vida de Cielo que aprendisteis en la vuestra.

Es en la familia donde se prepara a las almas en la misión que tendréis. Es en donde os formáis, es en donde os llenáis de Mi y de Mis Enseñanzas para que las podáis vivir y transmitir. Es en donde encontraréis vuestro apoyo, vuestro consuelo y vuestro descanso. Es en donde se debe vivir un ambiente en Mi Vida, para daros fuerza y alegría. Es en donde se os preparará para ayudaros a entrar, finalmente, a MI Reino.

Así pues, os pido, hijitos Míos, que viváis vida de Cielo en vuestra familia, familia que deberá esta perfectamente emparentada en vida y en obras a vuestra Gran Familia del Cielo.

Educaos y educad a todos los vuestros en el Amor y en la Palabra que Mi Hijo os dio durante Su Vida sobre la Tierra. En Él tenéis Mi Reflejo y Mi Presencia, seguídLo y así llegaréis fácilmente a la Gloria que he creado para cada uno de vosotros para toda la Eternidad. Yo os bendigo en Mi Santísima Trinidad, de Padre, Hijo y Espíritu Santo, que os habita, os ama y os guía.