Ago 04_98 La Muerte.

Mensaje.

 

 

Mensaje de Dios Padre a J.V.

 

Hijitos Míos, hoy os quiero hablar de la Muerte.
La muerte, para unos es el momento más deseado de sus vidas, para otros, el más temido. ¿En qué consiste la diferencia? Hijos Míos, la Muerte es el momento deseado de Mí Corazón; es el momento en el cuál vuestras almas regresan a Su Creador después de un largo viaje, es el momento del coloquio Divino entre Vuestro Dios con Su creatura, es el momento del intercambio amoroso de las almas con Su Dios; es el pase a una nueva vida.

Vosotros, vuestras almas, Me pidieron el don de la vida para servirMe en la Tierra, para llevar Mí Amor, Mí Compasión a los necesitados, Mí Ternura a los afligidos, Mí Redención a los pecadores. Vosotros hicisteis un pacto de amor y donación de vuestra voluntad aquí en el Cielo, para bajar a la Tierra y poder ayudarMe en la salvación de las almas; hicisteis un pacto de amor para procurarMe felicidad al hacer Mí Voluntad. ¿Cómo no voy Yo a resistir abrazaros y buscaros cuando vosotros retornáis a Mí Reino, después de una larga o corta travesía por la Tierra? ¿Cómo no voy Yo a hacer fiesta con los Míos, por vuestro retorno a la Casa Celestial? ¿Cómo no voy Yo a gozar de vuestro regreso triunfal después de que habéis dejado Mí Presencia y Mí Amor entre vuestros semejantes?

Sí, hijitos Míos, la muerte es alegría en el Cielo, es alegría en Mí Corazón, es el momento de la eterna unión; es el principio de una nueva vida probada en el Amor, después de la donación y triunfo de vuestra alma a Su Dios, es la coronación a vuestras almas por Su Dios por haberos donado para llevar Su Santo Nombre y Amor a los vuestros.

Esto, hijitos Míos, es en realidad la muerte, vuestra muerte, la cuál no es fin, sino principio, Principio de Gloria, Principio de Mí Amor a vosotros para un gozo eterno. Es el regreso e intercambio de experiencias de Vuestro Dios con vosotros.  Es el recuerdo de Mí Presencia en vosotros, de Mis Cuidados amorosos mientras cumplíais vuestra misión, vuestra donación. Es el recordar vivencias y de aceptar errores. Es momento de purificación gloriosa ante un Dios que os ama por sobre todas las cosas. Es el momento de enfrentarse a la Verdad de Mí Corazón, pero es el momento del enfrentamiento con Mí Misericordia, con Mí Amor. Si vuestra alma llega a Mí, deseosa de unión, a pesar de vuestras faltas, deberéis estar seguros de que Yo seré para vosotros Amor Total. No encontraréis al juez que muchos temen y que os imagináis, sino encontraréis al Padre compasivo, al Padre que entiende perfectamente vuestra pequeñez y que sabrá disculpar todas vuestras faltas. Si es vuestra humildad y arrepentimiento los que se presenten ante Mí, Yo os abrazaré y enjugaré vuestras lágrimas de dolor por haberMe contristado. Si es vuestro pequeño amor el que viene ante Mí a dar cuentas al Amor, Yo lo colmaré y lo engrandeceré y será vuestro triunfo eterno ante vuestros hermanos en Mí Reino Celestial.

Hijitos Míos, ¡cómo deseo el encuentro final! ¡El encuentro del Principio! Mí Corazón se llena de alegría infinita al ver a las almas que retornan y Yo, como si no supiera nada de vuestras vidas y de vuestra misión en la Tierra, Me gusta escucharos, Me gusta compartir de vuestra vida pasada, Me gusta vivir con vosotros vuestra vida. El encuentro final ¡qué alegría! Deberéis desear y pedirMe éste encuentro final, porque debéis estar seguros que Mí Gozo es grande al teneros nuevamente ante Mí y porque deseo nuevamente fundiros a Mí Ser y así, Yo compartir con vosotros Mis Gozos y Gloria por toda la Eternidad.

Hijitos Míos, no temáis éstos momentos de gran Gloria y Amor de Mí Corazón. Si vosotros tenéis plena Fé y Confianza en Mí Amor, no temáis, Yo conozco perfectamente vuestra pequeñez, vuestros defectos y vuestros pecados. Yo os conozco mejor que vosotros mismos puesto que Yo os creé y os acompañé desde el primer momento de vuestra existencia. Yo os he amado desde siempre y Mí Amor hacia vosotros, cuando con vuestra libre voluntad, Me pedís bajara al Mundo a servirMe, sabiendo los peligros existentes allá. Por eso mismo el regreso es gratísimo a Mí Corazón. Mí Corazón es extremadamente sensible a las muestras de amor que Me proporcionan las almas al donárseme en vuestra libre voluntad.

Debéis estar gozosos con vuestra muerte, porque Me dáis también a Mí, gran gozo y ésta alegría que Me dáis, no la podréis comprender sino hasta que estéis Conmigo. No temáis hijitos Míos, a la unión definitiva, deseádla. Un Padre que os ama con un amor que no puede llegar a medir vuestra pequeña mente humana, os está esperando. ¡Me dáis tanto gozo, os lo aseguro! Tened confianza y venid a Mí arrepentidos y Yo sabré reconfortaros, pero venid. Que vuestros últimos momentos en la Tierra sean de alegría y cantos jubilosos hacia Vuestro Padre, hacia Vuestro Dios, para que cuando cerréis vuestros ojos se abran acá en Mí Reino y que vuestro gozo y vuestros cantos se unan a los de Mis Ángeles y Mis Santos.

Los que han de temer su muerte son aquellos que durante su vida se dedicaron a blasfemar Mí Nombre, a atacar Mí Doctrina, a tratar de evitar la veneración y el amor a Mí Santísima Hija, la Siempre Virgen María. Para ellos sí seré Juez riguroso, ya que todo lo que tuvísteis en la Tierra, todo lo obtuvisteis de Mí. Vuestra vida, vuestro bienestar, vuestra salud, vuestros hijos, vuestros dones y capacidades y todo, os lo dí, a pesar de vuestras blasfemias y negaciones, a pesar de vuestra falta de amor hacia vuestros semejantes, a pesar de haber hecho lo posible por tratar de destruir la Obra de Mí Hijo sobre la Tierra, por haber tratado de destruir Mí Iglesia. Para aquellos sí seré Juez severo y no Padre amoroso, porque Me tuvieron y Me despreciaron, porque los consentí por ser Mis hijos “problema” y no quisieron escuchar la voz amorosa de Su padre para volverlos al buen camino. Estos sí han de temer el momento del encuentro, porque su vida eterna será de llanto y dolor. Llanto y dolor que primero Me infringieron a Mí, vuestro Dios, y a pesar de Mí Dolor Infinito, vuestra condenación de dará.

Hijitos Míos, los que Me amáis, orad por todas ésas almas, las que no Me aman, las que Me atacan, las que no desean una vida eterna de alegrías y de Amor de Mí Corazón. Pedid por su salvación, orad, haced penitencia y ayunos por ellas, para que Yo pueda romper sus duros corazones y pueda introducirMe por las pequeñas resquebrajaduras y mueva sus corazones al arrepentimiento sincero, para hacerles llegar Mí Luz de Amor y pueda Yo, por vuestra intercesión, ganarMe otra alma para Mí Reino. Todas las almas Me pertenecen, todos sóis Míos, ¡volved a Mí, hijitos Míos, volved a Mí, os amo!

Uníos a los Méritos de Mí Hijo, unid vuestras pequeñas fuerzas y méritos, a los méritos Omnipotentes de Mí Hijo y así alcanzaréis fuerza insospechada.

Revestíos con Su Vida de ejemplo y amor y purificáos con Su Divina Sangre para que unida a vuestra muerte, os alcance de Mí Hijo, la Gracia de vuestra purificación final y así os presentéis ante Mí, gloriosos y santos y os haga pasar a Mí Reino por toda la Eternidad. Vivíd bajo la protección amorosa de Mí Hija, vuestra Madre, la Santísima Virgen María, de quién obtendréis todos los cuidados amorosos y santos que vuestras almas necesitan durante vuestra vida sobre la Tierra y que necesitarán al final de ella. Ella os revestirá con la blancura de Su Manto Virginal y Ella os presentará ante Mí y abogará por vosotros cuando os encontréis ante Mí Presencia. Confiad plenamente en Ella porque os ama mucho más de lo que un padre o una madre de la Tierra os pueden amar. Vivir con Ella y amarla, es signo inequívoco de salvación eterna.

Vivid bajo la Inspiración Divina de Mí Santo Espíritu para que os guíe por el sendero del amor, el sendero seguro de la salvación, tanto vuestra como la de vuestros semejantes. Y vivíd seguros de que vuestro Padre Celestial os está esperando en ése último suspiro de vida, para abrazaros con el abrazo amoroso y comprensivo, lleno de ternura y de perdón, lleno de disculpas y de salvación, para compartir con vosotros Su Vida Eterna.

Yo os bendigo en Mí Santo Nombre, en el de Mí Hijo y en el del Espíritu Santo de Amor. Recibid, también, las bendiciones de Mí Hija, la Santísima Virgen María, Madre del Salvador y Redentor del Mundo.