Mayo 14_01 Yo Soy el manso Cordero que prefirió darse en holocausto antes que usar la fuerza.

Mensaje.

 

Mensaje de Nuestro Señor Jesucristo a J.V.

 

Habla Nuestro Señor Jesucristo,
Yo Soy el manso Cordero, el que os vino a traer la Paz y el Amor a cada uno de vosotros y para todos los pueblos de la Tierra.

Yo Soy el manso Cordero que predicó con el ejemplo el evitar todo tipo de guerras, de pleitos, de injusticias entre todos los hombres.

Yo Soy el manso Cordero que prefirió darse en holocausto antes que usar la fuerza para preservar Mi propia vida y la de los Míos.

Yo os prediqué Paz, Amor, Vida, respeto a vuestros hermanos, crecimiento espiritual. Nunca acepté el uso de la fuerza, de la violencia o de la muerte, para imponer Mi Doctrina. Yo reprendía al hombre malo, lo amonestaba y le daba la oportunidad de abrir su corazón para que pudiera ganar su salvación. Todo aquél que quería venir a Mí, estaba en total libertad de hacerlo y la misma libertad tenían todos aquellos que se acercaban para atacarMe, no Me escondía a sus insultos, a sus groserías, a sus malos tratos, a su traición y aún a la muerte, que injustamente Me impusieron. Yo hubiera podido haber mandado a Mis Ángeles a atacarlos y a destruirlos, pero ¿en dónde hubieran quedado Mis Enseñanzas y el ejemplo que os dí?

Con todo ésto os dí una gran lección. El Poder no lo usé para Mi propio bien. Yo, siendo Dios, pude haber destruido a las malas creaturas por lo que le estaban haciendo a su Dios y, ¿cómo respondí?, como manso cordero que llevan al matadero.

Vuestra débil espiritualidad os hace fácil blanco a los ataques del mal. Su forma de atacar y sus consejos siempre serán violentos, quitan la paz, quitan la armonía que existe entre cuerpo, alma y espíritu; quitan la paz en la familia, en la sociedad, entre los pueblos y naciones de la Tierra.

Os hace utilizar todo tipo de instrumentos de muerte, tanto para matar a vuestro cuerpo como para matar a vuestra alma. Os lleva a la venganza, a usar la Ley antigua del ojo por ojo y diente por diente. No acepta el perdón ni el arrepentimiento, solo el regresar el mal causado.

Yo reprendí a los Míos cuando Me quisieron defender en el Huerto de los Olivos. Reprendí a Pedro por usar la espada contra el criado y hasta le curé la herida, a pesar de que en ése momento actuaba como enemigo. Sabéis que el mal atacado con el mismo mal se continúa indefinidamente. Si al mal provocado le respondéis con un bien, destruís su obra y su continuidad y así empezáis a cambiar lo que el mal ha impuesto en el Mundo.

Si un padre ataca al agresor de su hijo, el padre del otro hijo responderá de la misma forma y así se continuará hasta que algo realmente grave ocurra y los haga entrar en razón.

La maldad sólo dará frutos de maldad. Algunos hombres se escudan en sus creencias ó en religiones falsas, en ideales distorsionados ó en pensamientos de mentira que os inculcan guías desviados por satanás y que os hacen creer que lo que os están diciendo es verdadero y que vosotros estáis bien, pero que, además, ése supuesto bien debe ser defendido, eliminando a todos aquellos que se opongan o no crean en él.
Para poder cambiar una manera de pensar y de vivir, no es la fuerza ni el asesinato lo que lo va a lograr, sino la vivencia en ése ideal y los frutos que de él se obtienen.

Yo pude haber llegado a la Tierra como se lo imaginaban algunos judíos, imponiendo la fuerza y eliminando a los que estaban oprimiendo al pueblo judío, porque a éso estaban acostumbrados. Se vivía la lucha entre pueblos, con la finalidad de obtener ganancias materiales e imponer sus creencias. Saqueaban a las ciudades y les imponían fuertes impuestos a los conquistados, vivían amargamente y por éso deseaban un mesías guerrero. Yo, en cambio, llegué desconocido para la mayoría, manso y humilde, pero viviendo lo que predicaba. Nunca usé la fuerza física, sino la de la Palabra, respaldada por la Obra, la oración y el sacrificio. Mientras que los reyes de la Tierra daban ordenes sentados en sus tronos y en la comodidad del palacio, el Hijo del Hombre, Yo, vuestro Dios, salía a caminar entre Mis pequeños.

Los instruía personalmente con la palabra y Obra, los aliviaba de sus males, pecados y dudas e “impuse” con el Amor la Doctrina que Mi Padre Me había dado para vosotros.

No se puede imponer un bien a la fuerza, porque al usarla se está afectando a la libertad que Mi Padre os dió. Todo aquél que coarte vuestra libertad espiritual, no viene de Mí, vuestro Dios.

No se puede imponer algo eliminando individuos, elimináis cuerpos pero no lográis cambiar libremente el pensamiento ni la espiritualidad.

Si queréis cambiar un pensamiento o un ideal por otro, debéis vivirlo, enseñarlo, siguiendo la justa razón del Amor y orando con mucha Fe por las almas necesitadas del cambio. No hay otra forma.

Pedid y orad intensamente para que el verdadero Amor gobierne a todos los corazones que existen sobre la Tierra, Yo, vuestro Dios, estaré pronto para lograrlo.

Yo os bendigo en Nombre de Mi Padre, en Mi Verdadero Nombre y en el del Amor del espíritu Santo.