Jul 17_00 La Herencia Divina.

 

 

Mensaje de Dios Padre a J.V.

 

 

 

Habla Dios Padre,

Sobre: “La Herencia Divina”.

 

Hijitos Míos, hoy os quiero platicar sobre la Herencia Divina. Todos vosotros venís de una familia determinada y en ella se tienen ya reglas, costumbres, etc. impuestas por sus predecesores y que a sus descendientes les han parecido bien para que con ellas se perpetúe el nombre y el respeto del “apellido”. Y así conocéis a familias que hacen tal o cual cosa, en determinadas ocasiones, ya sea para bien familiar o para bien del pueblo en el cual viven.

 

El respeto a esas costumbres van uniendo a la familia y quizá algunas otras familias se les adhieran porque se les hace bueno perpetuarlas.

 

Todos vosotros provenís de Mi Familia. Todos vosotros habéis nacido de Mis Primeros Hijos, Adán y Eva y, así como adquiristeis sus bienes, también adquiristeis sus males, pero no por ello dejáis de pertenecer a Mi Familia.

 

En una familia hay elementos humanos buenos y malos, pero cuando la familia es unida de corazón, se reúnen sus familiares para estudiar de qué manera se le puede ayudar al o a los miembros de la familia para resolverles sus problemas.

 

Yo escogí a un pueblo en la antigüedad, de entre todos los que habitaban en el Mundo, porque ellos primeramente Me escogieron a Mí.

 

La gran mayoría de los pueblos antiguos, por la caída en el pecado, se volvieron idólatras, ya que al caer en el Pecado de Origen, quedaron a merced del maligno, quien los llevó a la idolatría con el ofrecimiento de vidas humanas y de la sangre de las víctimas, para él. El único pueblo que no aceptó esos sacrificios y holocaustos al maligno, fue el pueblo judío y Me tomaron a Mí como a su Dios, como a su UNICO DIOS y por consiguiente Yo los tomé como a Mis hijos predilectos y así los empecé a formar según Mis Decretos de Amor. Por eso el pueblo judío fue tan bendecido en la antigüedad por Mi Mano Poderosa y por ello de este pueblo salieron grandes hombres que cambiaron el curso de la historia.

 

Es el pueblo de Mi Heredad y en ellos puse toda Mi confianza a pesar de ser un pueblo testarudo e infiel en muchas épocas de la historia.

 

Yo Soy vuestro Dios y cuando Yo hago un pacto con Mis hijos, nunca Me desdigo. Ciertamente mataron a Mi Hijo cuando se los envié y con ello se ganaron la maldición que ellos mismos se lanzaron: “Que Su Sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Yo no puedo maldecir a Mis hijos, Soy vuestro Padre y Yo sólo busco el bien de Mis hijos, buenos o malos, pero seguís siendo Mis hijos.


En la antigüedad, Mi pueblo, al llegar a otras ciudades, a veces se mezclaron y se adhirieron a sus costumbres y llegaron a adorar a  otros dioses. Ellos al poco tiempo, se daban cuenta, a través de los profetas que les enviaba, de que Yo no estaba contento con lo que hacían y al Yo apartarme un poco de ellos, por preferir a otros dioses, empezaban a sufrir las consecuencias por olvidar el pacto hecho con su Dios. Cuando, por fin, se daban cuenta de su error y volvían a Mí, Yo olvidaba su traición y Me entregaba a ellos nuevamente y muchos regalos les daba para que se sintieran consentidos y amados por su Dios.

 

Yo les di Mis Leyes, Mis Decretos, les di Mi herencia Divina. Les marqué fechas a guardar, fechas para fiestas especiales, fechas para la siembra, fechas para recordar episodios importantes de su historia, de nuestra historia, en la cual, Yo, su Dios, hacía tal o cuál prodigio para salvarles o ayudarles de una u otra forma. Ellos las respetaban y Yo era su Dios y ellos eran Mi pueblo.

 

Con la venida de Mi Hijo, por insidias del mal y por causa de la dureza de su corazón, no quisieron aceptarLo y Me volvieron a traicionar. Por causa de ello, Mi Herencia se abrió para todos los pueblos que Me quisieron acoger como a su único Dios y de esta forma surge el Cristianismo, en donde la herencia del judaísmo se comparte a todos los pueblos de la Tierra.

 

Así como Yo no forcé al pueblo Judio a aceptarMe como a su Dios en los principios de la historia, ahora tampoco obligo a los pueblos y a las personas actuales a aceptarme como a su Dios en sus vidas. De ésta forma Mi Herencia se vuelve UNIVERSAL y podéis daros cuenta de cómo de un aparente error, surge un gran bien para todos, niega Mi pueblo a Mi Hijo amado y Él se vuelve herencia para todos.

 

No por el hecho de que Mis hijos judíos Me hayan negado una vez más con la muerte de Mi Hijo, Yo Me he de apartar de ellos, sólo esperaré con Amor Paternal nuevamente su retorno.

 

Mi Amor se vuelve universal, que aunque ya lo era, no era libremente aceptado. El amor obligado no es amor.

 

Todos vosotros, de ésta forma, os volvéis coherederos de Mi Reino y Mis Bendiciones alcanzan a todos aquellos que Me aceptan en su corazón y más que todo, aquellos que al aceptarMe como a su único y verdadero Dios, Me transmiten, primero en su familia y, luego, a todos sus hermanos por toda la Tierra.

 

Yo Soy el Bien Supremo y aquél que Me tiene, aquél que Me posee, es tan fuerte Mi Presencia Divina en él, que se vuelve transmisor de Mi Herencia para todos mis hijos.

 

Al Amor nadie lo puede esconder. No es un tesoro que se pueda esconder en cajas fuertes o encerrarlo en un closet o ponerlo debajo de la cama. El que adquiere Mi Verdadero Bien, el Amor, lo vive, lo transmite, lo goza, porque el Amor es en verdad Mi Herencia Divina para todos Mis Hijos.

 

Os he dicho que en el Cielo sólo se vive de Amor y se vive en el Amor, así que aquél o aquellos que Me acogen, Yo les hago partícipes de su Herencia ya desde su vida en la Tierra.

 

No hay alimento más grande para un alma, que el alimento del Amor de su Dios. Toda la Predicación de Mi Hijo sobre la Tierra se centró en ello: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo”.

 

Así que os pido hijitos Míos, como herederos de vuestro Dios, que empecéis a transmitir y a compartir lo que vuestro Dios os ha dado, su verdadero y puro Amor. Haced de vuestro mundo material, un Mundo Espiritual. Llenadlo de Mi Amor, para que el Amor Encarnado pueda ya vivir, en pleno, entre vosotros.

 

Pueblo Mío, Mi Herencia es para todos y todos tienen derecho a ella. Hacedla, por favor, llegar a todos aquellos que aún no la conocen y así os volveréis, verdaderamente, pueblo Mío, uniéndoos para estudiar en que forma se le puede ayudar a tal a cuál hermano vuestro o a tal ó a cuál pueblo de la Tierra.

 

Yo os aseguro que la mejor herencia que les podréis dejar a un hijo o a un hermano vuestro, es la es la de enseñarles a amar y a respetar a su Padre Dios, porque con ello les estaréis asegurando el derecho que tienen “de familia”, de ganar su Herencia Eterna en el Reino de los Cielos.

 

Yo os bendigo con el Amor de Mi Corazón y lo vuelvo a entregar en pleno para todos aquellos que se acerquen a tomar de la Fuente que brota de Mi Corazón.