Jun 17_98 El Pecado y sus Causas.

Mensaje de Dios Padre a J. V.

Habla Dios Padre,
Sobre: El Pecado y sus Causas.

Hijitos Míos, hoy les quiero hablar sobre el pecado y sus causas.

Como ya os he dicho anteriormente, vosotros fuisteis creados por Mi Amor, para compartir Mi Gloria por toda la Eternidad. Era el Amor lo que debía mover todos vuestros actos, los actos de Mis primeros hijos, vuestros pa­dres, Adán y Eva. El Amor, la pureza, la santidad era lo que prevalecía, era lo que daba una verdadera vida a todo, Yo como centro de la Creación, Yo como único fin verdadero, Yo como proveedor de todas las gracias y bendiciones para con todos Mis Hijos. La Creación toda y en especial el genero humano se iba a desarrollar en las virtudes más excelsas de Vuestro Dios, ¿pero que paso?.

El hombre se prefirió a Si mismo, se vio como sor supremo de la Creación, que de hecho lo era, pero quiso conocer lo que aún no se le había permitido para probar su Fe en Su Dios, prefirió hacerle caso a Mí enemigo, quién, a merced del engaño, se dejó llevar.

El pecado radica principalmente, en que la soberbia le indica que él puede lograr todo sin su Dios. El demonio le exalta su cuerpo, les hace vivir emociones, en ése momento, ilícitas y disfruta del poco bien, del mísero bien, que le propone Mi enemigo y lo cambian por el Gran Bien, que era Yo Mismo en sus vidas y en todo lo que poseían.

El pecado fue el preferirse, el verse a ellos mismos, en no querer ser ya ni hijos de Dios, ni instrumentos de Mi Amor, ni el querer seguir viviendo y aprovechando la vida de gracia que Yo, con todo Mi Amor, les proporcionaba.

Prefirieron abrir puerta a las pasiones desordenadas, prefirieron hacer su propia historia y no seguir la que Yo, con Mí Sabiduría, les había trazado, pero siempre en su libertad, nunca con imposición. Prefirieron exaltar lo mínimo, que era su cuerpo, a lo máximo, que era Mi Presencia, Mi Aliento Espiritual,en ellos.

En ésto radica la esencia del pecado, en el preferir cualquier otra cosa antes que a los bienes divinos. Ya Mi Hijo Jesucristo se los dijo en pocas palabras: “Moisés les dio 10 Mandamientos, pero se podrían resumir sólo en dos, Amarás a tú Dios por sobre TODAS las cosas y a tú prójimo como a ti mismo”.

Si lo notáis, la persona en sí, no aparece. Os lo explico, primero es Dios, y luego es la Caridad -Mí Amor- que se debe dar a los demás. Es Mí Amor dinámico en vosotros. Es Mí Amor, que al recibirlo, se debe dar a los demás, es el pensar, primero en los demás, antes que en uno mismo. Si así se actuara, siempre estaríais viendo por los demás, buscaríais el bien y el crecimiento de los demás, antes que a vosotros mismos. Pero, muy importante, observad, éste amor retornaría inmediatamente a vosotros, puesto que los demás se darían a vosotros, ya que vosotros seríais los prójimos de ellos. Esta es la bella dinámica de Mi Amor, el que os améis los unos a los otros, con Mi Amor, como Vuestro Padre os ama.

Mi enemigo os lleva a la muerte, Yo os llevo a la vida. Mi enemigo os en­gaña usando los mismos atributos humanos llevándolos a la soberbia, cuando Yo los he creado con Mi Amor en la Pureza y en la Humildad.

Un ejemplo actual. Yo creé a Adán y a Eva y estaban desnudos y así estaban en el Paraíso. Ellos en su pureza, no sentían ninguna pena de verse así. Yo todo lo creo santo, el pecado siempre trata de desfigurar Mi obra.

En éstos tiempos se exaltan los valores del cuerpo más que los del alma, porque Mí enemigo quiere usar la obra de Mis Manos, en Mí contra. Ha utili­zado constantemente, a lo largo de la historia, las formas bellas con que yo doté a la mujer, para poner a. los hombres en pugna, unos contra otros, buscando poseer esas formas externas, para presumir ante los otros hombres.

¿Qué es lo que realmente pasa aquí? Os explicaré, el pecado consiste, no en las formas bellas de la mujer, ya que Yo vuestro Padre, así las creé y todo lo que sale de Mis Manos es santo. El pecado es el adueñarse y hacer ídolo de ese cuerpo humano. Los hombre así enfermos de lujuria, llenan de joyas, perfumes preciosos y telas finísimas a ése ídolo, a ése cuerpo hermoso. Hi­jas Mías, no os dejéis engañar por la serpiente nuevamente, lo mas hermoso de vosotras, lo puse en vuestro corazón. Cuando se buscan sólo los valores de la carne, se cae en la idolatría, se cae en el peor de los pecados, pre­fieren nuevamente lo poco y mísero; que es una creatura vacía de Mí, a la vida espiritual y a los valores espirituales que viven en esa misma creatura pero que ya no son explotados ni siquiera buscados, para pro seguir Mi obra, que es la transmisión de Mí Amor y de Mis Virtudes a vuestros descendientes.

La carne ha de envejecer y destruirse, en cam­bio, el amor y las virtudes crecen así como se van acercando al final de vuestra misión sobre la Tierra.

¿De que os aprovechan unos pechos hermosos y abundantes de una mujer, si en lugar de daros vida, os van a llevar a la muerte espiritual?.

La belleza de los pechos no es mala, Yo así los cree y en las Sagradas Escrituras se exaltan constantemente, pero siempre como medio, para dar vida. Ya lo decía aquella mujer israelita al gritarle una alabanza a Mi Hijo Jesucristo: “Bendito el vientre que te llevó y los pechos que Te amamantaron”.

¿Qué son más bellos, unos pechos abundantes de una “artista”, que van a producir muerte espiritual por hacer ídolo de ellos, o los pechos “caídos” de una madre que se dieron a sus hijos, que alimentaron otros seres a los que se les iba a enseñar, posteriormente, a amarme?

Yo Vuestro Padre, ahora se los digo a ustedes madres, benditos vuestros pechos que dieron amor, que llenaron de vida a nuevos hijos Míos y que se acabaron por el bello acto de amar. Benditas seréis en Mí Reino por haber transmitido vida corporal pero sobre todo, espiritual, en la Tierra para exaltar Mi Gloria y por permitir que Yo, siga viviendo en cada uno de vosotros al transmitir Mi Amor y Mis enseñanzas a vuestros hi­jos.

Vosotras, todas Mis hijas, recordad, Yo las he creado para que trasmitierais vida, en todos sentidos, y no muerte a vuestros hermanos. Cuidad con amor y pudor de los bienes internos y externos con que Yo, Vues­tro Dios, os he dotado. Enseñad, nuevamente, al hombre a buscar los valores, grandísimos que he puesto en vuestros corazones y despreciad, pe­ro sí agradecedme, la belleza externa que Yo os he concedido, Me pertenece, no es vuestra. Es para Mi recreación y no para que los, hombres ha­gan ídolo de vuestro exterior, ya que ello lleva fácilmente a la vanidad y soberbia, el cual es el peor de los pecados del hombre, para con Su Dios.

Yo os bendigo a todos en Mi Santo Nombre, en el de Mi Hijo Jesucristo y en el del Divino Espíritu vivificador.