Ene29_01 Muchos son los llamados y pocos los escogidos.

Mensaje.

 

Mensaje de Dios Padre a J. V.

 

Habla Dios Padre,
 “Muchos son los llamados y pocos los escogidos”. Hijitos Míos, el tiempo pasa, vuestro tiempo, el tiempo que os concedí para servirMe, se desperdicia y se acaba. Vuestra misión no se completa y la Redención, de la cual todos vosotros sois partícipes, se atrasa.
        
¿Hasta cuándo, hijitos Míos, os daréis cuenta de lo valioso que es el tiempo concedido por vuestro Dios a cada alma?
        
Ya os he explicado que el tiempo que os he prestado, es tiempo para servirMe, a Mí, vuestro Padre Dios y es una forma de haceros copartícipes, con Mi Hijo, en la Redención del género humano.

¿Hasta cuándo, hijitos Míos, os daréis cuenta de la necesidad que tienen miles y millones de almas que imploran por Mi ayuda y que se pierden porque no hay suficientes oraciones y dádivas de amor a través de vosotros, sus hermanos? Imploran, pero siguen en el mal, porque no tienen la fuerza espiritual suficiente para apartarse del mal, la cual debe ser pedida por vosotros, con amor y comprensión.

La maldad es como el vicio destructor que entra al hombre. Lo corroe, lo corrompe, le concede ciertos gustos para que siga en su pecado, pero lo sigue hundiendo cada vez más y más.

Hijitos Míos, vuestros hermanos necesitan de vuestra ayuda para salir del pecado y vosotros Me lo debéis pedir a Mí, vuestro Dios.  Os he explicado que es mediante vuestra intercesión amorosa por ellos, lo que hace que Mi Corazón se mueva en compasión para que recuperen la salud de alma, pero vuestra alma se ha vuelto tan fría y tan despreocupada de las cosas de vuestro Dios, por lo que ésta humanidad se sumerge cada vez más en el fango del mal.

 “Muchos son los llamados” y quisiera decir, más bien, que TODOS sois llamados a regresar al buen camino, para que encontréis vuestro regreso a la Casa Paterna y como hermanos en Mi Hijo, Cristo Jesús, debéis levantar a todos aquellos que han caído en el camino. Debéis ser samaritanos, ayudando a vuestros hermanos en desgracia espiritual y no debéis pasar junto a ellos, volteando vuestra vista, para no verlos ni escucharlos.

¿Para qué os he dado a Mi Hijo? Tenéis Su ejemplo, Sus enseñanzas, Su Vida de Amor, Su compasión por todos vosotros, Su entrega total para vuestra redención, Su muerte horrorosa, pero valiente y obediente, para que al vencerla, vosotros la vencierais también. ¿De qué ha servido tanta donación de vuestro Dos si vosotros no queréis mover ni un solo dedo por vuestra salvación y menos por la de vuestros hermanos?

TODOS vosotros habéis  sido llamados, pero seguís siendo pocos, muy pocos los escogidos y esto porque ya no queréis tomar vuestra cruz y seguirMe.

Os habéis vuelto comodinos y os habéis contagiado de los vicios que el maligno os ha provisto. Habéis escogido ya vuestra parte, vivir fácil en la maldad y en el pecado y con ello evitáis la vida de la Gracia, perdiendo vuestro regalo eterno, porque se os hace “difícil” seguir los pasos de Mi Hijo.

Ciertamente luchar en el campo de batalla es difícil, porque todo se os vuelve adverso. No conocéis las trampas que en el campo existen ni en donde el enemigo se pueda esconder para haceros daño ó aún mataros. Ciertamente es difícil lidiar contra el enemigo, puesto que no se va a apiadar de vosotros y si no os mata os toma como rehenes y os obliga a servirle aún en contra de vuestra voluntad. Ciertamente es difícil subsistir en los campos enemigos cuando hay traidores a la causa por la cual lucháis, pero si no os mantenéis firmes en vuestras creencias, podéis sucumbir fácilmente.

Sí, estáis en el campo de batalla, pero Yo voy comandando a Mis ejércitos y Yo voy ayudando a Mis soldados con Mis Bendiciones de toda especie, para que no solo salgan adelante, sino para que triunfen, venzan al enemigo y levanten a sus hermanos, por medio de su ejemplo y enseñanzas.

El que a Mi se atiene, no le falta nada. Todos sois llamados, pero pocos los escogidos, porque no aceptáis, ni vosotros mismos, el ser ayudados. El demonio ha difundido su mal en una forma tan sutil y tan inteligentemente, que ya vosotros no veis el mal como lo destructivo que es, para alejaros de Mi Gracia y de vuestra salvación. Sus vapores van adormilando vuestros sentidos y ya no queréis hacerle caso a vuestro corazón que os indica que lo que estáis viendo, escuchando ó actuando, está mal. Dais miles de explicaciones a vuestro mal proceder, defendiendo así a vuestro enemigo, del mal que os está causando. Os está clavando un puñal en vuestro corazón y lo estáis disculpando. Os está llevando a la muerte eterna y aún así creéis poder safaros de él cuando así lo queráis. Os sentís muy inteligentes y coqueteáis con las cosas con las que os provee para que gocéis del mundo “a su máximo” y creéis que lo vais a hacer tonto y que podréis safaros a tiempo para arrepentiros para volver a Mí y así gozar del Reino Prometido por toda la Eternidad. Así os creéis “muy listos” porque decís: gocé del mundo y ahora gozaré del Cielo”. ¡Cuán equivocados estáis, Mis pequeños!

La soberbia y la podredumbre que habéis dejado entrar  en vuestro corazón os ha cegado por completo.

Con vuestro Dios no se juega, ó sois Míos ó sois del mal. Si vosotros mismos decís que el que con fuego juega acaba quemado, Yo os puedo asegurar que es cierto. No se puede servir a dos amos y lo estáis queriendo hacer.

No sabéis cuándo Mi Día llegará y os puedo asegurar que es pronto, pero si seguís coqueteando  con el maligno, él no va a permitir que os preparéis ni os arrepintáis, para que Mi justa Justicia os encuentre en bien Conmigo cuando os llame a dar cuentas de la vida que os presté.

Hijitos Míos, muchos son los llamados y cada vez son menos los escogidos. Las puertas del Cielo están abiertas para todos, pero ¿las puertas de vuestro corazón están abiertas a Mis deseos de salvación?

Meditad Mis pequeños, meditad, porque el tiempo es corto y estáis despreciando un tiempo eterno de gozo por unos cuantos años de supuestas alegrías de la Tierra, las cuales sólo van a llenar vuestra alma de amargura y de desaliento, porque sabéis que Me habéis ofendido y además no queréis seguir el Camino que Mi Hijo os mostró.

Orad, orad, que Yo os daré la Luz para que os alumbre vuestro camino de regreso y en la mejor forma, para que así seáis de los escogidos.

Yo os bendigo en Mi Santo Nombre, en el de Mi Hijo Jesucristo y en el del Amor de Mi Santo Espíritu.