Jun 02_98 Mi dolor es tal que sudo sangre y agua.

Mensaje de Ntro. Señor Jesucristo a JV.

Habla Nuestro Señor Jesucristo,
Sobre: Mi dolor es tal que sudo sangre y agua.
Hijo Mío escribe. Estoy aquí en el Huerto de los Olivos, padeciendo ante Mi Padre por todos vuestros pecados. Mi dolor es tal que sudo sangre y agua y la causa principal a todo esto y que amarga Mi Preciosísimo Cora­zón, es la ingratitud de los hombres.

Son tan pocos los que se acuerdan de Mi vida, de Mis Padecimientos, de Mi Donación Total por vosotros a Mi Padre Celestial. Son tan pocos los que interiorizan en sus corazones y tratan de llevarme consigo. Son tan pocos los que tratan de reparar, ya no simplemen­te por los pecados de los demás, sino en los propios. Son tan pocos los que pueden demostrar hacia, los demás el Amor que Yo os enseñé al pasar por la Tierra y dejar Mi ejemplo para todos los siglos.

Ese fue Mi dolor más grande y que Yo le preguntaba a Dios Padre, ¿Padre, de que sirven tantas muestras de amor, tanto sufrimiento, tanta donación de Nuestra parte, si aún así muchísimas almas se perderán?

Cómo quisiera tomar a cada alma, mostrarle mis excesos de amor y tornarla como incienso para ser ofrecida al Padre Celestial. ¡Cada alma me cuesta tan­to! y Yo tengo que respetar vuestra voluntad, cuando quisiera forzaros, en Amor, a volver a Mí.

Es tanto lo que os perdéis al abandonarme y no os dais cuenta, a pesar de tantos esfuerzos que hago durante vuestras vidas, para que volváis a Mí.

Os lleno de ocasiones durante vuestras vidas para recuperar vuestras al­mas, os envío consejos de parte de Mis sacerdotes, os pongo ocasiones de reflexión a través de escritos, os envío Mis Ángeles a mostraros el camino de regreso a vuestro Hogar, Mi Hogar. Os pongo el amor y la ternura de unos bracitos que se abren y dicen papa ó mamá, para que se muevan vuestros co­razones al Amor mas grande, que es el Mío, ¿qué hacéis con todo esto? Encuentro corazones de piedra, corazones cerrados a vuestro Dios, corazones que no desean darse a su Creador. Vosotros vivís en la Tierra para llevar Mi Santo Nombre a TODAS las creaturas, único mandamiento podría decir, y os llenáis de vuestro egoísmo y vivís para vosotros mismos y Yo vengo a formar parte, sólo en algún instante de vuestras vidas en las que recurren a Mí cuando todo se les vuelve adverso. Son en ésos momentos cuando volteáis a verme, pero la mayoría de las veces, no con humilde petición, sino con orgullosa orden y aún así os concedo vuestras necesidades con la esperanza divina de que Me veáis en ésos acontecimientos y que os deis cuenta de que vuestro Dios, NUNCA se olvida de vosotros, Mis creaturas.

Sigo y seguiré esperando y donándome a vosotros, vuestro Dios y Señor, a que regreséis a Mí. DadMe lo que podáis, que salga de vuestro corazón y Yo lo tomaré con gran cariño para aliviar los inmensos dolores de Mí Agonía y Pasión Dolorosas.

Pero recordad una cosa, para aquellos de los cuáles no he recibido muestras de agradecimiento y amor, no Me llaméis injusto al fi­nal de vuestras vidas o aún durante de ellas, porque Yo, vuestro Dios, Me di a vosotros hasta la última gota de sangre y Me dejé humillar como nadie ha sido humillado y Me dejé atormentar como nadie, en toda la Historia de la humanidad, ha sido atormentado. Yo os he amado hasta el exceso ¿Y voso­tros, hijos Míos, que habéis dado?

Así que no Me llaméis injusto, y desgraciadamente lo escucho tanto de Mis hijos.

Hijitos Míos, acudid a Mí, vuestro Salvador y Yo os llevaré a jardines y pastizales hermosísimos en donde Mi Amor os colmará por los siglos de los siglos. Yo no guardo rencores, sólo espero vuestro arrepentimiento y vuestro regreso a Mi Corazón, hay lugar para todos y hay perdón para todos los pecados, aún con aquellos que consideráis “gravísimos”. Mi Sangre Preciosa todo lo puede purificar puesto que Yo y Mis Obras son Omnipoten­tes y vosotros y vuestras obras, buenas o malas, son pequeñitas.

Os amo tiernamente, regresad a Mí con un corazón humilde y contrito y Yo os vestiré con túnica blanca y os llevaré hasta Mi Hogar Celestial para vivir por siempre unidos, por los siglos de los siglos.