Mensaje de Dios Padre a J.V.
Habla Dios Padre, 
Sobre: El gran respeto con que se vive en el Cielo vivido en  la Tierra. 
Javier, hijito Mío, te he permitido ver y  sentir el respeto, amor, trato con el que se vive en el Cielo y que Yo deseo se  viva, también, en la Tierra. Y a todos vosotros, hijitos Míos, os quiero hablar  sobre la vida en familia que debéis llevar desde ahora, sobre la Tierra.
Yo os he explicado que lo que conocéis y  formáis en la Tierra y llamáis familia, es la forma de vida que se vive en el  Cielo, en Mi Reino Celestial, siendo Yo, vuestro Padre y todos vosotros, Mis  hijos. Todos vosotros sois Mis hijos y por consiguiente, todos vosotros sois  hermanos, pero os permito ser, en un determinado momento, sobre la Tierra,  papás y mamás, de vuestros mismos hermanos, para recordaros, en la presencia  paterna, Mi Presencia como Padre de todo el género humano. Por eso os dijo Mi  Hijo Jesucristo: “No llaméis a nadie Padre, puesto que sólo tenéis uno que está  en los Cielos”.
Vuestra condición de papás y mamás os  coloca en la posición de servidores de vuestros hermanitos que acaban de bajar  a la Tierra y a los que llamáis, hijos. Esto también os debe hacer recordar las  palabras de Mi Hijo, cuando os dijo: “El que se sienta mayor entre vosotros,  que sea siervo”. Vosotros, como padres, Me servís ayudando a elevar a Mis  creaturitas, a las almas que envío a la Tierra, en el Amor, en las Virtudes, en  la educación de la Palabra de Mi Hijo y en la Vida en la Gracia.
La posición de papás, en una familia, os  crea una responsabilidad muy grande en vosotros mismos, la de crecer en la vida  del Cielo o sea, crecer en la vida de la Gracia, para que al vivirla la  enseñéis con la palabra, pero sobre todo, con el ejemplo. Vuestra obligación  como papás, es la de elevar el nivel espiritual de vuestros “hermanitos”. Este  es un misterio muy bello que os he dejado vivir, el de educar a Mis pequeñas  almas con las que hacéis familia.
La vida en la Tierra debe parecerse a la  del cielo y a eso deberá tenderse a unir el Cielo con la Tierra y que, por fin,  “se haga en la Tierra cómo en el Cielo”. Debéis daros cuenta perfectamente de  que vuestra misión, es misión de amor, misión de esperanza, misión de unión,  entre el Cielo y la Tierra.
En el Cielo se vive un respeto profundo a  Mi Presencia Real y Verdadera, la misma que tenéis en todos los tabernáculos de  la tierra y que habéis olvidado.
¿Cómo queréis que Mis almitas Me amen, Me  respeten, Me busquen, sientan total apoyo y confianza en Mi, vuestro Padre, si  vosotros mismos no lo vivís ni lo enseñáis? Soy un Dios desconocido, si no de  palabra, sí de Mis Enseñanzas.
La mayoría de los seres humanos hablan de  un dios, pero de un dios que no tiene forma, ni se sabe de sus enseñanzas. No  se le conoce por su amor, como a Mi, sino, en la mayoría de los casos se habla  de dioses que producen temor, por su potencia destructiva, por su venganza  contra el que lo ofende. Esa es la idea que se tiene de la mayoría de los  “dioses” que se conocen. Además, un gran porcentaje de los que siguen la  doctrina de Mi Hijo Jesucristo, tienen ésa idea errónea de Mi posición de  Padre-Dios, es más, muchos no Me conocen ni Me buscan bajo ésa presencia de  Padre, sino sólo de la de Dios, palabra divina con la cuál se imaginan a un  divino ser, grande, omnipotente e inalcanzable, al que es casi imposible tener,  puesto que se consideran tan pequeños e indignos de que un dios tan grande se  fije en ellos, que ni pierden el tiempo por buscarMe en la oración y en la  confianza plena, ya que se imaginan que vivo en Mi Cielo, muy lejos, como para  bajarMe a vuestra altura y a vuestras necesidades. Esto y muchas otras cosas  falsas se os enseñan, porque vivís aún como en los tiempos antiguos, en los  tiempos de los profetas del Antiguo Testamento, tiempos de terror y no de amor  y así no vivís ni queréis aprender ni enseñar lo que Mi Hijo Jesucristo os  trajo del Cielo.
¡Yo estoy en vosotros, Yo estoy con  vosotros, Yo estoy para vosotros! Debéis entender esto, vivirlo y enseñarlo a  todos los vuestros.
Yo estoy en vosotros, en vuestro corazón.  Mi Santo Espíritu vive en vosotros, pero como somos Tres Personas, 
indivisibles,  Padre, Hijo y Espíritu Santo, los Tres vivimos en cada uno de vosotros.
Yo estoy con vosotros. Yo vivo en medio de  todos vosotros. Conozco vuestras penas y angustias. Conozco vuestros gozos y  alegrías. Conozco vuestra vida social y la de vuestros hermanos. Vivo en  vuestra sociedad, tanto a través de aquellos que Ya Me han permitido vivir  plenamente en ellos, como en personajes que ni os imagináis, que están a  vuestro alrededor y que a través de ellos os voy probando en las virtudes,  especialmente en la caridad.
Yo estoy para vosotros. Estoy como un papá  de la Tierra está. Para aconsejaros, para ayudaros a salir de un aprieto, para  guiaros, para daros lo necesario para cumplir vuestra misión, para amaros, daros  el amor, que en muchos casos, se niegan aún entre vosotros mismos.
La vida de la Tierra se debe parecer a la  del Cielo, en el trato familiar y en la ayuda que se deben de tener unos con  otros, transmitiendo su conocimiento y ayudándose mutuamente 
a crecer sin envidias. En el Cielo, los hermanos mayores, los que han crecido en virtud  y sabiduría, enseñan a las almas menores a crecer. Dan, porque tratan de  parecerse a Mi, en Mi Hijo. El dio, sin esperar recompensa. Mi Hijo os enseñó  sobre la Vida Divina, con el deseo de mostraros y prepararos el vivir en la  Casa Paterna. Aquí en la Tierra vosotros aprendéis a cómo comportaros ante los  diferentes lugares y eventos sociales a los que asistís. Aprendéis a  comportaros ante la gente a la que véis todos los días así como con gente  ilustre a la que no tratáis casi nunca ó aprendéis el trato que debéis tener  ante un presidente, el Papa ó algún potentado. Vuestro trato y vuestra  presencia en el ser y en el vestir, es diferente con ellos que con el que  tenéis con la gente que véis todos los días. De todo esto, lo más importante  que debéis aprender, es sobre “el vestido” que deberéis 
siempre llevar,  es el estado de vuestra alma. Podréis vestir y adornar bellamente a vuestro  cuerpo, pero la 
calidad de vuestra alma siempre se hará notar, estéis  vestidos como estéis. Ya os he explicado que debéis aprender a ver a las almas,  no a los cuerpos y que el estado y la calidad del alma se muestran a través de  las manifestaciones del cuerpo. Conocéis su calidad por sus modales, por su  educación, por su trato, por su forma de hablar y sobre todo, por su forma de 
tratar a los demás, con amor sincero y con respeto. Es al alma a la que debéis  enseñar, educar, hacerla crecer en el amor, en Mi Amor  y en Mis Virtudes y así su trato “vestirá” a  vuestro cuerpo. Ya no serán las ropas ni las joyas las que le den la calidad a  la persona, sino su trato, su forma de vida, su vida íntima Conmigo es lo que  va a dar valor a la persona.
La vida en familia es eso, hacer elevar a  las almas a ése grado de perfección espiritual y así estaréis preparándoles a  vivir como se vive en el Cielo y de ésta forma no se les haga difícil entrar a  vuestra Morada Eterna, donde tendrían que purificarse, primeramente en el  Purgatorio, para aprender a vivir lo que, vosotros “papás”, no supisteis dar en  la Tierra. Debéis dar en totalidad, sin envidias. Deberéis ser lo  suficientemente humildes para reconocer vuestra posición y limitaciones,  porque, si os toca educar a alguna alma con más capacidades que la vuestra,  orgullosos os deberéis sentir, primeramente porque Yo, vuestro Dios de  Perfección, confié en vosotros, a pesar de que erais más pequeños y os dí un alma  mayor para que la guiarais con lo que tuviereis. Con esto os quiero enseñar que  Yo mismo no desprecio a nadie y además os enseño que aún los que parecen ser  menores, insignificantes a ojos humanos, pueden dar cosas grandes a nivel  espiritual, a las almas que les he asignado.
La humildad es la mayor de las virtudes  que se viven en Mi Reino de Amor, por eso os enseñó Mi Hijo Jesucristo: “El que  quiera ser grande en el Reino de los Cielos, que sea el más pequeño ante sus  hermanos”.
Debéis vivir vida de Cielo en vuestras  familias, para que al entrar en contacto con vuestros hermanos de otras  familias, les llevéis ésa vida de Cielo que aprendisteis en la vuestra.
Es en la familia donde se prepara a las  almas en la misión que tendréis. Es en donde os formáis, es en donde os llenáis  de Mi y de Mis Enseñanzas para que las podáis vivir y transmitir. Es en donde  encontraréis vuestro apoyo, vuestro consuelo y vuestro descanso. Es en donde se  debe vivir un ambiente en Mi Vida, para daros fuerza y alegría. Es en donde se  os preparará para ayudaros a entrar, finalmente, a MI Reino.
Así pues, os pido, hijitos Míos, que  viváis vida de Cielo en vuestra familia, familia que deberá esta perfectamente  emparentada en vida y en obras a vuestra Gran Familia del Cielo.
Educaos y educad a todos los vuestros en  el Amor y en la Palabra que Mi Hijo os dio durante Su Vida sobre la Tierra. En  Él tenéis Mi Reflejo y Mi Presencia, seguídLo y así llegaréis fácilmente a la  Gloria que he creado para cada uno de vosotros para toda la Eternidad. Yo os  bendigo en Mi Santísima Trinidad, de Padre, Hijo y Espíritu Santo, que os  habita, os ama y os guía.