Jun 06_2020 Muchas almas están por perderse, los acontecimientos se acercan, vienen acelerados los tiempos.

Rosario matutino.

=============================

Mensajes de Nuestro Señor Jesucristo y
la Santísima Virgen María a J. V.

=============================

Primer Misterio. Habla Nuestro Señor Jesucristo.

(Lenguas…) Hijitos Míos, Mi Amor y Mi Perdón siempre estarán a vuestra disposición. Soy vuestro Dios Jesucristo que Me he dado por vosotros. (Lenguas…) Viví para vosotros, tuvisteis la Gracia de la Redención, porque así Mi Padre Me lo pidió. (Lenguas…)

Visión: Veo el momento en que el Cirineo le está ayudando a Dios Nuestro Señor a cargar la Cruz. Veo cómo le pesa mucho también al Cirineo, a pesar de que está sano, fuerte, le pesa mucho. Mi Señor Jesús queda a un lado de él mientras se está acomodando la Cruz el Cirineo, está muy débil, ¡muy débil!, y aun así iba cargando esa Cruz tan pesada. Gracias, mi Jesús. Siguen caminando y me dice:

Voy junto a esta muchedumbre, Me gritan, Me lanzan piedras, Me blasfeman, Me gritan palabras injuriosas y voy soportando todo por vuestra Redención. Voy viendo a cada una de las personas, las conozco porque viví entre ellas, a varias de ellas curé, a algunas de ellas resucité, les di Palabras de Vida, los alimenté y, en esos momentos, parezco ser el enemigo de ellos. Me tratan como un ladrón, un traidor o un asesino y Yo no Me merezco nada de eso, fui todo lo contrario para ellos: los amé, los cuidé, les hice ver las injusticias que obraban los fariseos y los escribas sobre ellos y ahora Me están odiando, cuando una semana antes, aparentemente, todos Me amaban y Me proclamaban rey.

En esta muchedumbre está representada toda la humanidad. Ciertamente hay gente buena en quienes Mi Predicación llegó a su corazón, que aceptaron que Yo era su Mesías; otros Me traicionaron, otros actuaban como si no Me conocieran y fuera Yo el enemigo que entraba a su pueblo y les hubiera hecho mucho daño, y por eso Me apedreaban. Entre ellos, entre esa muchedumbre, había maldad y bondad, como la ha habido siempre en la humanidad.

En esos momentos, a pesar de aquellos que Me odiaban, apedreaban, blasfemaban, oraba Yo por ellos, le pedía a Mi Padre por su salvación. En ese momento Yo era el Dios Redentor, no era el Dios de Justicia que vendría después; en ese momento Mi tarea era levantar al género humano nuevamente hacia la santidad, al haberles llevado Mi Palabra, Mi Ejemplo, y haber hecho Milagros que nunca antes nadie había realizado.

Me tuvieron a Mí, vuestro Dios, entre ellos y prefirieron seguir al mal, seguir a aquellos que Me atacaron, fariseos, escribas, que querían deshacerse de Mí porque los había mostrado ante el mundo. Mucha maldad de parte de las autoridades de la iglesia, del templo, y ellos mismos no quisieron ver en Mí al Mesías; los expuse ante la muchedumbre y no les gustó, no quisieron humillarse, conocían Mis Milagros y no quisieron aceptarMe, prefirieron seguir viviendo en el mal.  Pudo ser el gran pueblo que Mi Padre había escogido desde el Principio de los tiempos, era la Promesa del Padre, que serían Su pueblo, pero se desviaron, prefirieron el mundo, sus riquezas, que de nada les sirvieron. Despreciaron a Dios mismo.

Yo, sufriendo ante los hombres, cómo quisiera, Mis pequeños, que cada uno de vosotros fuera un Cirineo, que al menos tomarais la parte que os toca de esa Cruz tan pesada que Yo llevaba y que os arrepintierais, de todo corazón de vuestros pecados, por los cuales Yo Me estaba dando para purificaros. Cómo quisiera que fuerais ese Cirineo para que Me aliviarais de Mis dolores, que taparais Mis oídos para no escuchar lo que Me gritaban. Cómo quisiera que fuerais ese Cirineo para que Me protegierais de esas piedras, de esa mugre que Me lanzaban, a Mí, el Puro, el Santo, vuestro Dios. En ese momento Yo llevaba todos los pecados del mundo y de todos los tiempos en Mi interior, y exteriormente Me ensuciaban, Me maltrataban, se querían deshacer de Mí a toda costa.

Así es el hombre, estoy siempre junto a vosotros para ayudaros, pero no tomáis de Mí todo aquello que os sirva para vuestra santificación. Estoy junto a vosotros, esperando que Me ayudéis a cargar la Cruz y que de Mí recibáis el perdón de vuestras faltas. Pocos, muy pocos de los que Me amaban Me siguieron. ¡No me traicionéis, Mis pequeños! Os he dado tanto.

AcompañadMe, acompañadMe en el trayecto de la Cruz, decidMe cosas bonitas al oído, quitadMe la sed y el dolor que tengo con el arrepentimiento de vuestros pecados y con el bien que le hagáis a vuestros hermanos, que por lo menos algo de Mi Predicación y de Mis Palabras queden siempre en vuestro corazón. Yo, vuestro Dios, bajé del Cielo a Enseñar al hombre a vivir como se vive en el Cielo, y a conocer las Verdades que se conocen allá.

Me agrada tanto cuando decís Mi Nombre, cuando Me nombráis ante los hombres, en ese momento se abren los Cielos y grandes Bendiciones caen sobre vosotros. Cuando Mi Nombre es escuchado entre vosotros, con esto Me alagáis mucho, Mis pequeños, porque la humanidad ya no Me busca, la humanidad está como esa multitud que solamente quiere ver tortura, quiere ver dolor, quiere ver sangre, pero no quisieron ver lo más grande que tenían entre ellos, que es Mi Amor.

El hombre es cruel. Pocos, muy pocos tienen un corazón que ame, prefieren producir dolor que producir amor. Todo esto y más llevaba Yo cargando en la cruz y el Cirineo Me ayudaba. ¿Cuántos de vosotros Me podréis ayudar, en estos tiempos, a que Mi Cruz no se haga tan pesada? ¿Cuántos Me ayudaréis a que descanse un poco de tanto dolor, de tanta maldad que se ve en este mundo?

Necesito Cirineos, necesito almas que Me amen, necesito vivir en estos tiempos en el corazón de aquellos que Me quieran reproducir, en los que Yo pueda ser otro Cristo en ellos. La humanidad necesita más redención, y eso se dará con vuestra oración de intercesión, Mis pequeños. Muchas almas están por perderse, los acontecimientos se acercan, vienen acelerados los tiempos; el corazón del hombre sigue impávido, inamovible, pecador, no busca el hombre estar bien conMigo, vuestro Redentor. ¿Acaso estáis esperando al Cristo Justiciero, cuando todavía tenéis al Cristo Redentor que os puede dar el perdón de vuestros pecados y llevaros al Reino Eterno?

Todavía tenéis unos cuantos segundos de existencia para que os acerquéis a Mí, a vuestro Dios Redentor. ¡Acercaos! ¡Arrodillaos! ¡PedidMe perdón! Os he dicho que hasta que no os arrodilléis, ¡oh, humanidad perversa!, tendréis paz, pero tenéis oídos sordos, vuestra mente vive solamente para el mundo; vuestras riquezas que añoráis, y por las que habéis vivido y que atesorasteis, no os servirán para vuestra salvación. Preocupados estáis por los bienes del mundo y se os está olvidando lo más importante: Que no habéis alimentado a vuestra alma ni la habéis puesto en condición de pureza y santidad, para que se pueda presentar ante Mí al momento en que se os pida que regreséis al Reino de los Cielos para ser juzgados.

Os falta Sabiduría para ser precavidos por el bien de vuestras almas, no os interesan los bienes espirituales, no habéis buscado el bien mayor, que es vuestra vida eterna y, cuando os deis cuenta de que ese era vuestro tesoro mayor, vuestra alma y el estado de Gracia en ella, muchos ya no tendréis posibilidad de arrepentimiento y os condenaréis. ¡Cuánta oscuridad hay en vuestra mente! ¡Cuánta maldad hay en vuestra vida! ¡Cuánto error en vuestros actos!

Momentos de grandes desastres se acercan y no encontraréis quién os perdone vuestros pecados. Correréis para un lado y para otro, los Cielos se abrirán, las estrellas caerán sobre la Tierra y arrasarán numerosos pueblos, las presas se romperán y numerosos pueblos quedarán bajo las aguas. Os lo había advertido ya, pero no habéis movido un solo dedo, no habéis creído en Mis Palabras, no habéis creído en Mis profecías que se daban para vuestro bien, tendréis que padecer vuestros errores. Se os dan todavía oportunidades de arrepentimiento, porque os amo, pero no las queréis tomar. Os tendréis que presentar ante vuestro Dios, Cristo Jesús, como Juez, y cuánto dolor padeceréis en esos momentos al veros como realmente vuestra alma está: nauseabunda.

¡Recapacitad ya, Mis pequeños! Quiero vuestra salvación, Me costó muy cara vuestra Redención, dadMe cuando menos la alegría de vuestro arrepentimiento, para que Yo vea y viva el agradecimiento de vuestra alma al ser salvada, al reconocer vuestros pecados y al reconocer en Mí, vuestro Dios Redentor.

Insisto: El tiempo ha llegado ya a su límite, segundos tenéis para ese arrepentimiento, aprovechadlo, Mis pequeños, ¡aprovechadlo!

Gracias, Mis pequeños.

Cuarto Misterio. Habla la Santísima Virgen.

Sobre: Os pediMos nuevamente que seáis como niños, pequeñitos, obedientes, que lo que se os ha pedido lo hagáis con alegría, aunque no entendáis perfectamente lo que estéis haciendo.

(Lenguas…)

Hijitos Míos, Yo, vuestra Madre Santísima, fui creada por la Santísima Trinidad para ser la que entregaría a Mi Hijo como Holocausto Divino, como el Cordero que va al matadero para purificar los pecados, como antiguamente se hacía. Os he entregado el Cordero Divino.

Mi dolor era inmenso, Mi dolor empezó desde el momento en que Mi esposo José y Yo llevamos a Mi Dios y Señor, al Hijo de Mis entrañas, al templo y cuando se Me profetizó que una espada atravesaría Mi Corazón, y sabía a qué se refería esto. Ciertamente ese dolor iba acompañado de un gran gozo, el de tener a Mi Dios y Señor entre nosotros, Mi esposo José y Yo, tener al Cielo entre nosotros, pero ese dolor no se apartaba de Mi Corazón. Ciertamente lo gocé por mucho tiempo, pero al ver cómo lo atacaban los sacerdotes, los escribas, a lo largo de Su tiempo de Evangelización, sufría Yo también. ¿Cómo era posible que no reconocieran en Mi Hijo al Mesías? Pero así es el pecado, Mis pequeños.

En algunos hermanos vuestros es tan fuerte el pecado que no pueden ver la realidad, no pueden escuchar lo bueno que hay a su alrededor, no pueden pensar correctamente y reconocer el amor, el amor verdadero que está a su alrededor, que los cuida, que los levanta, que los lleva por buen camino. Ciertamente, entre vosotros hay gente buena, hay gente santa que Mi Señor y Mi Dios permite para que, a lo largo de vuestra existencia, tengáis un contacto del Verdadero Amor que mueva vuestro corazón a la conversión o que os haga regresar al buen camino.

Ese caminar de Mi Hijo hacia la Cruz, agradecedlo de todo corazón, es el tiempo que os está dando ahorita para que podáis reflexionar, para que os veáis vosotros mismos en esa muchedumbre, porque lo que Le hicieron a Mi Hijo lo habéis hecho también cada uno de vosotros a lo largo de vuestra existencia. A veces Lo habéis blasfemado, como ahí Lo blasfemaron; a veces Lo habréis golpeado con vuestros pecados graves, ciertamente a veces Lo habréis alegrado con esa alegría que dejasteis en alguien, al haber realizado una buena acción; a veces Le habréis traicionado al haber preferido el mal en lugar del bien que puede dar vuestro corazón.

En la muchedumbre estáis vosotros, cada uno de vosotros, y los actos que ahí se daban, se dan en cada uno de vosotros. Habéis llevado también a Mi Hijo a la Cruz, porque así es el hombre: Prefiere mantenerse en el pecado antes que tratar de vivir en la santidad de vida, ya que a veces os avergonzáis tontamente porque los que estén a vuestro alrededor os vean como gente buena. Os hacen a un lado porque vuestro pensamiento no es como su pensamiento, porque no sois del mundo, porque no pertenecéis a la mayoría, porque no permitís pecado en vuestro corazón; os hacen a un lado como así también le hicieron a Mi Hijo.

Os falta valor para defender el Amor, las Virtudes de Mi Hijo en vosotros y, en lugar de acrecentarlas y por no querer aparecer ante vuestros hermanos llenos de Virtud, de vida de amor, y por ello ser apartados de vuestras mismas amistades, no hacéis crecer todos esos valores. El Cielo que tenéis en vuestro interior lo mantenéis apagado, no lo hacéis crecer, y por ello no os estáis ganando un alto grado de santidad en vuestra vida, ni sois ejemplo para vuestros hermanos.

No vinisteis a ser del mundo, no sois del mundo, y que eso os quede bien claro, Mis pequeños: Vinisteis al mundo para traer Luz, para compartir los favores de vuestro Dios, los regalos Divinos que se os dieron y darlos a vuestros hermanos. Sois libres, tenéis el libre albedrío, vosotros seréis juzgados porque os dio vergüenza mostraros ante el mundo como hijos de Dios y aquellos, vuestros hermanos, serán juzgados porque vieron en vosotros esos tesoros y no los quisieron tomar.

Manteneos, Mis pequeños, valientes, como hijos de Dios, como hermanos de Mi Hijo Jesucristo, vuestro Dios. Que no os preocupen los ataques, el abandono de los que se dicen vuestros amigos, las tribulaciones, el que seáis odiados, blasfemados, porque pertenecéis a Dios y no al mundo, porque seréis, con todo esto, tomados como verdaderos hijos, como ciudadanos del Cielo, porque eso sois, Mis pequeños, pertenecéis al Cielo, vinisteis a ayudar a vuestros hermanos, pero pertenecéis al Cielo, que no se os olvide esto, Mis pequeños.

La Tierra y lo que ella tiene, no os pertenece, vosotros tenéis vuestro hogar en el Reino de los Cielos. Dad lo que se os ha dado para el bien de vuestros hermanos y aprovechad esos regalos espirituales y esos cuidados que os damos para vuestro crecimiento espiritual y para vuestra santificación, para que regreséis contentos, alegres de haber cumplido vuestra misión, y las Puertas de par en par se abrirán para vosotros, los que cumplisteis con todo amor y alegría lo que se os pidió. Por eso os pediMos nuevamente que seáis como niños, pequeñitos, obedientes, que lo que se os ha pedido lo hagáis con alegría, aunque no entendáis perfectamente lo que estéis haciendo. Hacedlo con alegría, como los niños son: obedecen, no entienden a veces lo que los padres les piden, pero lo hacen porque los aman. Os amaMos tanto, Mis pequeños, y especialmente cuando sois obedientes a nuestras Mociones Divinas.

Os bendigo, Mis pequeños, os llevo en Mi corazón, llevo a los vuestros en Mi corazón. Mi Amor queda con vosotros, Mi Amor de Madre que cuida a sus creaturas, a veces hasta dando la vida por ellas, por defenderlas del lobo rapaz.

Gracias, Mis pequeños.