Feb 17_01 Tenéis necesidad de haceros la guerra a vosotros mismos.

Mensaje de Nuestro Señor Jesucristo a J.V.

Habla Nuestro Señor Jesucristo,
Sobre: Tenéis necesidad de haceros la guerra a vosotros mismos.

         Hijitos Míos os voy a hablar sobre la necesidad que tenéis vosotros de hacerse la guerra a sí mismos.

         Vosotros vivís en el mundo y el mundo tiene sus leyes, vosotros venís del Cielo y el Cielo tiene sus Leyes. La carne está supeditada al Espíritu, que os habita y ella debe ser movida por vuestra alma, la cual se debe dejar guiar por Mi Santo Espíritu. El alma no debe dejar que la carne imponga sus leyes del mundo sobre ella, porque cuando así sucede y vence, vuestra alma sufre sus consecuencias, la muerte eterna.

         Las leyes del mundo son leyes de muerte para el alma, goce desmedido, olvido a vuestro Dios, maldad entre hermanos, vicios, etc. El alma no fue creada para esto, puesto que Yo, vuestro Dios, os di parte de Mi y de Mi Vida, para daros vida. Vosotros tenéis parte Mía, la esencia de vuestra alma y cuando ella se deja llevar por la moción de Mi Santo Espíritu, que también es parte Mía, vuestra alma vive en la santidad de su esencia. Si Yo Soy el Santo por excelencia y por Mi Esencia, si os dejáis guiar por Mí en Mi Santo Espíritu, la esencia de vuestra alma, que es la misma Mía, se santifica.

         Os he dicho y os lo recuerdo, como decía Mi apóstol, “estáis en el mundo pero no debéis pertenecer a él”. Esto provoca una lucha continua y tremenda, entre el cuerpo que busca las leyes del mundo y el alma que tiende a las Leyes Divinas. Si buscáis la ayuda de las fuerzas de Dios -Sus virtudes, Gracias y Bendiciones-, la lucha se le hace más fácil al alma, pero si no contáis con ellas, porque no os interese, porque no lo queráis, pronto el alma sucumbe a las fuerzas del mundo, a las fuerzas del mal.

         Cuando os dais cuenta, por Mi Gracia, que lo que debéis hacer en el Mundo es el buscar vuestra salvación y la de vuestros hermanos, entonces el alma debe luchar fuertemente contra las fuerzas del mal y es cuando os debéis hacer la guerra a vosotros mismos.

         Lo que el mundo os ofrece es placer, descanso, goce material de toda índole, pecados enmascarados con una supuesta paz familiar ó paz económica que cubre “todas vuestras necesidades”.

         El demonio os puede “consentir” para que al estar enfrascados en los goces  y placeres del mundo, os olvidéis de Mi y de la tarea de corredención que cada uno de vosotros traéis. Si él logra que os olvidéis, vuestra estancia en la Tierra es estéril para el Cielo.

         Muchos de vosotros podéis decir: Yo no hago mal a nadie ni cometo los pecados graves que cometen mis hermanos. Yo gozo del mundo y de sus cosas. Yo estoy bien. Sí, es verdad que no cometéis faltas graves, que vivís para vosotros mismos, pero ésa no es la razón de vivir de un hijo de Dios que ha venido a la Tierra a servirMe.

         El alma que baja a la Tierra a servirMe tiene que hacerlo ayudando a la redención del género humano en todas sus facetas: Donación, crecimiento espiritual por medio de la palabra y el ejemplo, sacrificio y penitencia para expiar por los propios pecados y por los de sus hermanos, vida en la Gracia, en la pureza y en la humildad. Si no venís para levantar a vuestra alma a niveles espirituales Divinos y para ayudar en lo mismo a la de vuestros hermanos en la Tierra y del Purgatorio, vana es vuestra estancia en la Tierra. No hacéis el mal, pero tampoco hacéis algún bien.

         Os tenéis que hacer la guerra a vosotros mismos negando vuestras comodidades terrenas y no buscando afanosamente cómo gozar más. Mi Vida Pública, la de Mis profetas y seguidores siempre ha estado estampada de sacrificios, penitencias, dolores, ayunos, rechazos, muerte física. Mis seguidores sufren en el mundo, porque el mundo los ataca, los considera “negativos” para la vida que se desarrolla en el mundo, porque pueden ayudar a la salvación de las almas, cosa que al demonio, príncipe del mundo, no le interesa.

         Si sois Míos, si pertenecéis a vuestro Dios, si realmente os consideráis parte del Cielo, debéis defender en vosotros todo aquello que os mantenga Conmigo.

         Si el mundo os pide goces desordenados, vosotros deberéis atacar con la prudencia y la virtud. Si el mundo os pide muerte espiritual, vosotros deberéis buscar a vuestro Dios a toda costa. Si el mundo os pide gula y exageración de gustos a todos vuestros sentidos, vosotros deberéis atacarlo con el sacrificio y la penitencia. Si vosotros buscáis satisfacción corporal, en donde no puede vivir Mi Santo Espíritu, vosotros deberéis luchar contra él imponiéndoos ayunos.

         TODOS Mis profetas antiguos, actuales y Yo mismo hemos aprovechado el valor tan grande que tiene el ayuno. Mi Madre Santísima en Sus Apariciones os lo ha recomendado multitud de veces. El ayuno de alimentos, limita al cuerpo y a sus leyes y os eleva a niveles Divinos. El ayuno aligera vuestra carga terrena y os permite volar hacia vuestro Dios. El ayuno une vuestra alma con Mi Corazón, porque el alma, al sentirse libre de algo tan básico del mundo, al no sentirse ya necesitada primordialmente de las necesidades de la carne, adquiere la fácil libertad para dirigirse a su Dios.

         El alma se libera cuando se le vence a la carne y es cuando el alma se potencializa porque entra en comunión con su Creador. Ya no se busca afanosamente del alimento de la Tierra para sobrevivir en el mundo, sino que encuentra, por fin, el verdadero alimento que hace al hombre vivir en plenitud.

         Os he dado casos “milagrosos” en hermanos vuestros en donde os demuestro que el alma que ya Me encontró, le he permitido vivir semanas, meses ó años con la sola recepción de Mi Alimento Divino que os dejé sobre la Tierra, la Sagrada Eucaristía. Estas almas nobles y ejemplares en la Fe y a Mi voluntad aprendieron que solo Yo, vuestro Dios, os puedo dar todo y que no necesitáis de otras cosas para satisfacer a vuestra alma.

         La plenitud del alma solo se puede lograr con Mi Santa Unión y para lograr ésta, se le tiene que hacer la guerra a la carne, a todo aquello que tomado con exceso ó que satisfaga tanto vuestros sentidos humanos, haga que se canse vuestra voluntad y que ya no le interese buscar a su Dios.

         Por ésta razón las teologías actuales creadas por el hombre no pueden resultar positivas en Mi Iglesia. Decís: llenadles el estómago a los que no tienen y luego los alimentaremos con la Palabra de Dios. ¿No os dais cuenta que éstos pobres están más cerca de Mi Corazón por su necesidad y por su pobreza, que vosotros en vuestra riqueza y en vuestra búsqueda de los placeres de éste mundo? Son, en su mayoría, los dolores y padecimientos de Mis pobres del mundo, los que salvan a las almas de los ricos y poderosos. Con esto no os quiero decir que acepte la condición sufriente de Mis pobres, ya que ella está causada por vuestra falta de caridad, sino que aprovecho su dolor y sus padecimientos para unirlos a los Míos, para lograr la salvación de innumerables almas. El dolor del pobre es el gusto del Cielo, porque Me ganan muchas almas para Mi Reino.

         Del rico os dije que era más fácil que pasara un camello por el ojo de una aguja a que uno de ellos se salvara. Tampoco os digo, como ya os he explicado, que esté en contra de las riquezas, sino del que las busca enfermizamente y hace su dios de ellas. El rico que las comparte Me da tantas almas como el pobre que ofrece su dolor. Entended bien que lo que Yo os pido es que tengáis en vosotros ésa lucha personal en donde no busquéis primero de las cosas del mundo antes que a Mí, vuestro Dios.

Haceos la guerra y tendréis vuestro triunfo celestial asegurado, pero para lograrlo tendréis que pedirMe a Mí, Mi Gracia, Mi Poder, Mi Ayuda, porque el alma sin la ayuda de su Dios, no es nada.

         Sed humildes ante todo y la humildad os abrirá todas las puertas de Mi Corazón.

         Yo so bendigo en Nombre de Mi Padre, en Mi Nombre y en el del Amor de Mi Santo  Espíritu.