Mensaje  de Nuestro Señor Jesucristo a J.V.
Habla Nuestro Señor Jesucristo,
 
Sobre: Tenéis necesidad de haceros la guerra a vosotros mismos.
         Hijitos  Míos os voy a hablar sobre la necesidad que tenéis vosotros de hacerse la  guerra a sí mismos.
         Vosotros vivís en el mundo y el mundo  tiene sus leyes, vosotros venís del Cielo y el Cielo tiene sus Leyes. La carne  está supeditada al Espíritu, que os habita y ella debe ser movida por vuestra  alma, la cual se debe dejar guiar por Mi Santo Espíritu. El alma no debe dejar  que la carne imponga sus leyes del mundo sobre ella, porque cuando así sucede y  vence, vuestra alma sufre sus consecuencias, la muerte eterna.
         Las leyes del mundo son leyes de muerte  para el alma, goce desmedido, olvido a vuestro Dios, maldad entre hermanos, vicios,  etc. El alma no fue creada para esto, puesto que Yo, vuestro Dios, os di parte  de Mi y de Mi Vida, para daros vida. Vosotros tenéis parte Mía, la esencia de  vuestra alma y cuando ella se deja llevar por la moción de Mi Santo Espíritu,  que también es parte Mía, vuestra alma vive en la santidad de su esencia. Si Yo  Soy el Santo por excelencia y por Mi Esencia, si os dejáis guiar por Mí en Mi  Santo Espíritu, la esencia de vuestra alma, que es la misma Mía, se santifica.
         Os he dicho y os lo recuerdo, como  decía Mi apóstol, “estáis en el mundo pero no debéis pertenecer a él”. Esto  provoca una lucha continua y tremenda, entre el cuerpo que busca las leyes del  mundo y el alma que tiende a las Leyes Divinas. Si buscáis la ayuda de las  fuerzas de Dios -Sus virtudes, Gracias y Bendiciones-, la lucha se le hace más  fácil al alma, pero si no contáis con ellas, porque no os interese, porque no  lo queráis, pronto el alma sucumbe a las fuerzas del mundo, a las fuerzas del  mal.
         Cuando os dais cuenta, por Mi Gracia,  que lo que debéis hacer en el Mundo es el buscar vuestra salvación y la de  vuestros hermanos, entonces el alma debe luchar fuertemente contra las fuerzas  del mal y es cuando os debéis hacer la guerra a vosotros mismos.
         Lo que el mundo os ofrece es placer,  descanso, goce material de toda índole, pecados enmascarados con una supuesta  paz familiar ó paz económica que cubre “todas vuestras necesidades”.
         El demonio os puede “consentir” para  que al estar enfrascados en los goces  y  placeres del mundo, os olvidéis de Mi y de la tarea de corredención que cada  uno de vosotros traéis. Si él logra que os olvidéis, vuestra estancia en la  Tierra es estéril para el Cielo.
         Muchos de vosotros podéis decir: Yo no  hago mal a nadie ni cometo los pecados graves que cometen mis hermanos. Yo gozo  del mundo y de sus cosas. Yo estoy bien. Sí, es verdad que no cometéis faltas  graves, que vivís para vosotros mismos, pero ésa no es la razón de vivir de un  hijo de Dios que ha venido a la Tierra a servirMe.
         El alma que baja a la Tierra a servirMe  tiene que hacerlo ayudando a la redención del género humano en todas sus  facetas: Donación, crecimiento espiritual por medio de la palabra y el ejemplo,  sacrificio y penitencia para expiar por los propios pecados y por los de sus  hermanos, vida en la Gracia, en la pureza y en la humildad. Si no venís para  levantar a vuestra alma a niveles espirituales Divinos y para ayudar en lo  mismo a la de vuestros hermanos en la Tierra y del Purgatorio, vana es vuestra  estancia en la Tierra. No hacéis el mal, pero tampoco hacéis algún bien.
         Os tenéis que hacer la guerra a  vosotros mismos negando vuestras comodidades terrenas y no buscando  afanosamente cómo gozar más. Mi Vida Pública, la de Mis profetas y seguidores  siempre ha estado estampada de sacrificios, penitencias, dolores, ayunos,  rechazos, muerte física. Mis seguidores sufren en el mundo, porque el mundo los  ataca, los considera “negativos” para la vida que se desarrolla en el mundo,  porque 
pueden ayudar a la salvación de las almas, cosa que al demonio,  príncipe del mundo, no le interesa.
         Si sois Míos, si pertenecéis a vuestro  Dios, si realmente os consideráis parte del Cielo, debéis defender en vosotros  todo aquello que os mantenga Conmigo.
         Si el mundo os pide goces desordenados,  vosotros deberéis atacar con la prudencia y la virtud. Si el mundo os pide  muerte espiritual, vosotros deberéis buscar a vuestro Dios a toda costa. Si el  mundo os pide gula y exageración de gustos a todos vuestros sentidos, vosotros  deberéis atacarlo con el sacrificio y la penitencia. Si vosotros buscáis  satisfacción corporal, en donde no puede vivir Mi Santo Espíritu, vosotros  deberéis luchar contra él imponiéndoos ayunos.
         TODOS Mis profetas antiguos, actuales y  Yo mismo hemos aprovechado el valor tan grande que tiene el ayuno. Mi Madre  Santísima en Sus Apariciones os lo ha recomendado multitud de veces. El ayuno 
de  alimentos, limita al cuerpo y a sus leyes y os eleva a niveles Divinos. El  ayuno aligera vuestra carga terrena y os permite volar hacia vuestro Dios. El  ayuno une vuestra alma con Mi Corazón, porque el alma, al sentirse libre de  algo tan básico del mundo, al no sentirse ya necesitada primordialmente de las  necesidades de la carne, adquiere la fácil libertad para dirigirse a su Dios.
         El alma se libera cuando se le vence a  la carne y es cuando el alma se potencializa porque entra en comunión con su  Creador. Ya no se busca afanosamente del alimento de la Tierra para sobrevivir  en el mundo, sino que encuentra, por fin, el verdadero alimento que hace al hombre  vivir en plenitud.
         Os  he dado casos “milagrosos” en hermanos vuestros en donde os demuestro que el  alma que ya Me encontró, le he permitido vivir semanas, meses ó años con la  sola recepción de Mi Alimento Divino que os dejé sobre la Tierra, la Sagrada  Eucaristía. Estas almas nobles y ejemplares en la Fe y a Mi voluntad  aprendieron que solo Yo, vuestro Dios, os puedo dar todo y que no necesitáis de  otras cosas para satisfacer a vuestra alma.
         La plenitud del alma solo se puede  lograr con Mi Santa Unión y para lograr ésta, se le tiene que hacer la guerra a  la carne, a todo aquello que tomado con exceso ó que satisfaga tanto vuestros  sentidos humanos, haga que se canse vuestra voluntad y que ya no le interese  buscar a su Dios.
         Por ésta razón las teologías actuales  creadas por el hombre no pueden resultar positivas en Mi Iglesia. Decís:  llenadles el estómago a los que no tienen y luego los alimentaremos con la  Palabra de Dios. ¿No os dais cuenta que éstos pobres están más cerca de Mi  Corazón por su necesidad y por su pobreza, que vosotros en vuestra riqueza y en  vuestra búsqueda de los placeres de éste mundo? Son, en su mayoría, los dolores  y padecimientos de Mis pobres del mundo, los que salvan a las almas de los  ricos y poderosos. Con esto no os quiero decir que acepte la condición sufriente  de Mis pobres, ya que ella está causada 
por vuestra falta de caridad,  sino que aprovecho su dolor y sus padecimientos para unirlos a los Míos, para  lograr la salvación de innumerables almas. El dolor del pobre es el gusto del  Cielo, porque Me ganan muchas almas para Mi Reino.
         Del rico os dije que era más fácil que  pasara un camello por el ojo de una aguja a que uno de ellos se salvara.  Tampoco os digo, como ya os he explicado, que esté en contra de las riquezas,  sino del que las busca enfermizamente y hace su dios de ellas. El rico que las  comparte Me da tantas almas como el pobre que ofrece su dolor. Entended bien  que lo que Yo os pido es que tengáis en vosotros ésa lucha personal en donde no  busquéis primero de las cosas del mundo antes que a Mí, vuestro Dios.
Haceos la guerra y tendréis vuestro triunfo celestial asegurado,  pero para lograrlo tendréis que pedirMe a Mí, Mi Gracia, Mi Poder, Mi Ayuda,  porque el alma sin la ayuda de su Dios, no es nada.
         Sed humildes ante todo y la humildad os  abrirá todas las puertas de Mi Corazón.
         Yo so bendigo en Nombre de Mi Padre, en  Mi Nombre y en el del Amor de Mi Santo   Espíritu.