Dic 16_99 La Maternidad grandiosa de la Virgen María para nosotros.

Mensaje de la Santísima Virgen María a J.V.

Habla la Santísima Virgen María,
Sobre: La Maternidad de la Virgen María.

Hijitos Míos, Mis pequeños. Mi Maternidad fue un acto amorosísimo de Nuestro Dios para con todos vosotros. Fui el instrumento sencillo para que con él hiciera grandes obras. ¡Mi Dios tomando a Su pequeña esclava para la Redención del género humano! ¡Cuánta dicha, cuánto Amor! La Inmensidad de Nuestro Dios haciéndose pequeñito para entrar en Mi Vientre Virginal y así comenzar Su Vida de Amor en la Tierra.

Misterio insondable del Amor de Nuestro Padre. Derramamiento excelso de Amor para con todos vosotros.

En todos y en cada uno de vosotros pensó vuestro Dios, vuestro Creador, al enviar a Su Unico Hijo a la Tierra para la Redención. A cada uno de vosotros vio, amó y deseó su salvación con el envío de Su Hijo Jesucristo a la Tierra.

Cada uno de vosotros ha sido formado, ha sido tomado a Su Servicio, ha sido guiado para ser corredentor junto con Su Hijo Jesucristo. Cada uno de vosotros vale muchísimo. Dios mismo ha puesto toda Su atención y Su Amor al crearos, al daros el don de la vida, al confiaros una misión de amor para la salvación de todas las almas, pasadas presentes y futuras. Cada uno de vosotros ha sido llamado y preparado para ser presencia de Mi Hijo en la Tierra.

¡Meditad éste honor tan grande, cada uno de vosotros ser presencia viva de Dios en la Tierra! Tenéis todo para ello. Tenéis un alma que es la misma esencia y vida de Dios. Tenéis el donde la vida como lo tuvo Mi Hijo Jesucristo. Tenéis Sus Enseñanzas de Vida, las cuáles al tomarlas, al vivirlas y al transmitirlas, estaréis prolongando la Vida de Mi Hijo sobre la Tierra.

Hijitos Míos, daos cuenta de la misión tan sublime que tenéis sobre la Tierra, ¡la de ser otros Cristos! Ser vida, al ser salvación de almas y cuerpos para con vuestros hermanos. Todos vosotros bajasteis para ello. En todos vosotros ha puesto Su Confianza vuestro Padre y Yo, vuestra Madre Santísima, se Me ha dado la Gracia de teneros como Mis hijos y, al ser madre, Soy Guía, Maestra, Protectora e Intercesora, para obteneros de vuestro Padre Celestial, todo lo que necesitáis y necesitaréis de acuerdo a vuestra misión y a vuestra donación. Si os donáis a la perfección, vuestro Padre podrá hacer con vosotros lo que Conmigo hizo, grandes obras. Pero cuánta infidelidad existe ahora para con vuestro Dios, cuánto rechazo al abandono a Su Voluntad, cuándo olvido para realizar vuestra misión, cuánta falta de agradecimiento a tantos dones recibidos a vosotros mismos y para vuestra familia.

Hijitos Míos, ya se os ha dicho antes, valéis muchísimo para vuestro Dios y le habéis costado mucho dolor, lágrimas, sacrificios, blasfemias, traiciones, en la Vida de Mi Hijo Jesucristo. El se dio por cada uno de vosotros para libraros de las garras del mal. Ha invertido muchísimo en cada uno de vosotros porque os ama y lo seguirá haciendo porque os quiere regalar Su Reino por toda la Eternidad.

El mal conoce vuestra valía y os ataca tanto porque os envidia, porque él negó y atacó a la Gracia de Dios y como nunca la va a poder recuperar, no desea que vosotros la ganéis y así os ha atacado desde vuestros Primeros Padres y lo seguirá haciendo hasta el Final, porque estaréis tomando el lugar celestial que él y sus ángeles malos despreciaron.

Hijitos Míos, daos ya perfecta cuenta de lo que valéis espiritualmente y no os dejéis confundir con las asechanzas del mal, en las que él os hace fincar vuestras esperanzas e ideales en vuestra apariencia exterior y en la materialidad de la Tierra. ¿Cuántas veces no habéis constatado y vivido éste hecho? Hermanos vuestros, actuales y pasados, de apariencia hermosa, que al paso de su vida pierden ésa hermosura, ¿en dónde quedó su valor exterior? ¿Para qué les sirvió ésa hermosura exterior? Bien sabéis cómo muchos de ellos le han sacado un provecho material y pecaminoso a su exterior, llevando a la perdición eterna a la verdadera hermosura de su alma, esencia divina de vuestro Dios y Creador.

Desperdiciáis mucho tiempo en adornar y consentir a la envoltura que cubre a vuestra alma, olvidándoos de cuidad, alimentar, hacer trabajar los dones recibidos en vuestra alma. No es vuestra hermosura exterior lo que os va a dar la vida eterna, y sí os puede servir como lastre para perderla.

¿De qué hubiera servido que Mi Jesús hubiera sido un hombre hermosísimo y que hubiera venido a la Tierra a que fuera admirado por Su belleza exterior?

La belleza que El tenía se la daba la belleza de Su Ser Divino interior. Su Santidad excelsa traspasaba Su cuerpo. Su Divinidad era apreciada a pesar de Su cuerpo “normal”.

Conocéis la vida de santos y santas en quienes se traslucía la presencia de Mi Hijo en ellos, habían permitido Su Nacimiento en ellos. Era Su Vida en ellos y llegaron a ser lo que son por haberLe permitido a Mi Hijo, vivir plenamente en ellos y son reconocidos por vosotros en su santidad y en su valía, por sus hechos y no por su apariencia “hermosa y vanidosa”.

El valor de vosotros está EN vosotros, no fuera de vosotros. Ya Mi Hijo os lo dijo: “El Reino de Dios-Mi Presencia Viva- está en vosotros”. Al permitirLe vivir y actuar en vosotros, estaréis haciendo Su Voluntad y así cumpliendo, perfectamente, la misión por la que vinisteis a la Tierra.

Hijitos Míos, que ésta Navidad sea un verdadero tiempo de reflexión, en donde recapacitéis perfectamente sobre vuestra vida; en donde meditéis en qué habéis usado el tiempo que os concedió vuestro Dios para servirLe; para que reflexionéis el momento y el estado actual de vuestra alma ante la Presencia Divina de vuestro Dios y Creador y para que actuéis como los verdaderos hijos de Dios deben actuar.

Dejaos guiar por Mi Corazón de Madre, Esposa e Hija de Nuestro Dios.  Por Su Gracia Yo Me dí en totalidad y Le serví con una total entrega de amor. Vuestro Dios no se merece las sobras de vuestro tiempo. Estáis usando Su Tiempo y sólo os acordáis de El, generalmente en vuestras necesidades y desdichas. El tiempo Le pertenece y se os concedió para la salvación de vuestros hermanos y para dejaros hacer y dejar translucir a Mi Hijo en vosotros. Os ha prestado un tiempo para ayudaros a alcanzar más Gloria en Su Reino al terminar satisfactoriamente vuestra misión en la tierra. Os ha prestado Su tiempo para que Le ayudarais a llevar Su Reino por toda la Tierra y así prepararos a que se haga La Voluntad de Dios en ella cómo en el Cielo y preparar con ello Su Segunda Venida.

Tenéis una misión sublime cada uno de vosotros. Por favor hijitos Míos, no desperdiciéis el Tiempo de Dios que os ha encomendado para servirLe. Retomad vuestro tiempo pasado y desperdiciado y presentadlo a vuestro Padre, uniéndolo al Tiempo que vivió Mi Jesús en la Tierra y así reparad el desperdicio que habéis tenido con el tiempo de Dios y ofrecedlo por la conversión y santificación de todas las almas y de todos los tiempos. De cada segundo de vuestra existencia, de cada segundo que vuestro Padre os concedió, por vuestra libre petición, para servirLe en la Tierra, se os tomará cuentas pero Su Misericordia es muy grande y en un instante podréis reparar lo que no habéis hecho en años, de la forma como os lo acabo de explicar. Es el tiempo de Dios bien usado el que alcanza la salvación de las almas.

Orad, hijitos Míos, orad mucho y entregaos perfectamente a vuestro Padre, quién os ama con un amor tan grande que no podéis ni imaginar y por ello os da tantas oportunidades para vuestra salvación.

Reflexionad en éste tiempo de Gracia, por todos sus Favores concedidos y agradecédLe de corazón todo lo que os ha concedido y, también, pedídLe de corazón, perdón por todo el tiempo desperdiciado y las faltas cometidas a Su Amor Infinito y Misericordioso.

Venid hijitos Míos, acercaos al pesebre y adorad a Mi Pequeñito, a vuestro Dios hecho hombre y agradecédLe Su Presencia entre vosotros, que se dio y se quedó para vuestro cuidado, para vuestro crecimiento y para salvación de cada uno de vosotros.

Que el Amor Infinito del Padre, de Mi Hijo y del Espíritu Santo quede con cada uno de vosotros y Mi Amor de Madre os proteja y Me permita llevaros de regreso a la Casa Celestial.