(1998) Cómo Aumentar el Valor de La Santa Misa y Del Santo Rosario.

MENSAJE A JV (1998), de los Primeros Mensajes Públicos

 

Petición de la Santísima Virgen:

La Santa Misa y el Santo Rosario en sí tienen un gran valor y éste se irá aumentado de acuerdo a la devoción que pongamos y a nuestro grado de profundización en la oración y de petición que tengamos, pero la siguien­te experiencia nos hará entender mejor como debemos hacer nuestras oraciones.

La Santísima Virgen María nos había pedido que después de la Santa Misa rezáramos el Rosario a mi compañera de misión y a mí. Solíamos empezar invocando a la Santísima Trinidad y Les ofrecíamos nuestras oraciones con la intercesión, ya fuera de la Santísima Virgen o del Señor San José, a quienes les pedíamos que lo presidieran. Así lo hicimos varias veces hasta que un día, al empezar EL Credo, de repente tuve una visión (dada por el Espíritu Santo), teniendo mis ojos cerrados yo “veía” con otros ojos (del alma), vi en lo alto el Cielo abierto, se veía como un agujero redondo y muchas personas de pie se asomaban por el y nos estaban observando. En­tonces escuché una voz interna que me decía: ¿Por qué no nos invitan a no­sotros los Ángeles y los Santos a rezar con ustedes el Santo Rosario?

De inmediato le conté a mi compañera lo que me habían dicho y como respuesta le dijimos a la Santísima Trinidad que también invitábamos a los Án­geles y a los Santos a orar con nosotros. Paso un momento y de repente se me presentaron unas almas del Purgatorio y me hicieron la misma peti­ción y también le presentamos a la Santísima Trinidad ésta petición de unirse con nosotros y como acto seguido: “mi compañera dijo: Y también nos unimos a todos los Rosarios que se estén rezando en éstos momentos en to­da la Tierra.

Seguimos rezando y de repente vuelvo á escuchar una voz del Cielo que me decía: “Cuando ustedes dos rezan el Santo Rosario, su Rosario vale por dos, pero cuando nos invitan a todos (Cielo, Purgatorio y Tierra) sus Rosarios valen por millones”.

Desde ese día procuramos invitarlos a todos y ya no solamente para el Santo Rosario sino también al ir a Misa ó a cantar ó a cualquier cosa que hagamos para darle gloria y alabanza a la Santísima Trinidad y a la Santísima Virgen María.

Con respecto a la Santa Misa tengo 3 experiencias muy bellas. La pri­mera sucedió cuando un día llegamos a Misa mi compañera y yo y llegamos aventándole besitos a la Santísima Virgen de Guadalupe, porque el día anterior Dios Padre le había dicho a mi compañera que ésta misión nos la había concedido El a nosotros dos porque la Santísima Virgen de Guadalupe había intercedido por nosotros para que nos la otorgara.

Imagínense la a­legría que teníamos. Pero prosigamos, íbamos entrando a la iglesia lanzándole besitos a la Sma. Virgen cuando nos para en seco y me dice: “No hijo mío, cuando ustedes entren a la Iglesia, primero saludan a Mi Hijo y lue­go a MÍ. Y te voy a indicar los puntos que deben de seguir al ir a Misa:

1o.  Primero saludan a Mi Hijo y luego a Mí.

2o.  Se olvidan de todo lo de afuera (para no distraernos).

3o. Se ponen en presencia de Mi Hijo (esto es sabiendo que esta presente tanto en el Tabernáculo como en nuestro cora­zón).

4o.  Atienden a la Misa con el mayor fervor posible.

5o.  Y que NUNCA se les olvide, dar gracias por todas las bendiciones que se reciben en una Misa.  

La segunda experiencia que les quiero compartir, va en íntima relación con la Misa. Estando en oración me veo en el espació y veo a lo lejos a la Tierra. Así la vi un momentito y de repente veo saliendo de lo profundo del espacio y viniendo de la derecha hacia la izquierda y hacia la Tierra, un rayo de luz azul el cual llega a la Tierra y hace que toda ella se ponga azul y en ese instante se me da el conocimiento de que ca­da vez que hay una consagración (en una Misa) en cualquier parte del mundo TODA la Tierra recibe bendiciones. Esto lo explicará mejor la tercera experiencia. Estando un día ayudando al sacerdote a la Misa, cierro mis ojos para invitar al Cielo, Purgatorio y Tierra y en eso tengo una visión. La Iglesia desaparece, tal como es, y aparece mucho más grande y sin pa­redes, vi mucha gente vestida de blanco y con palmas en las manos y en fi­las largas viniendo a la Iglesia. Arriba vi tres tronos, en medio a Dios Pa­dre, a Su derecha, vacío y a Su Izquierda el Espíritu Santo. Me llamó la atención ver que Dios Padre y Dios Espíritu Santo eran igualitos a co­mo hemos visto a Nuestro Señor, pero ellos dos tenían sobre Sus cabezas una llamita de fuego. Al ver vacío el trono de Nuestro Señor Jesucristo, pregunte en donde estaba y me hicieron voltear al altar y lo vi junto al sacerdote que estaba oficiando. Así nos podemos explicar el porqué tantas bendiciones se obtienen en una Misa, es el mismo Jesús ahí presente.