Feb 17_03 Quiero ardientemente escuchar con el amor de vuestro corazón: “Jesús, si tú quieres…”

Mensaje.



Mensaje de Nuestro Señor Jesucristo a J.V.

    Hijitos y hermanos Míos, Yo, vuestro Dios Jesús, quiero que reflexionéis sobre los tiempos que estáis viviendo, tiempos de grandes cambios, de  mucha maldad, tiempos de mucha Misericordia, tiempos de mucho perdón.
    
     Así, como en Mi Primera Venida, Yo os mostré Mi Amor y Mi Divinidad dándoos los Frutos del Cielo, así ha de ser ahora, os vengo a salvar de las garras del mal que se están queriendo adueñar del Mundo y de las almas, pero que el Amor lo va a vencer.
    
     Sí, Mis pequeños, fue el Amor y seguirá siendo el Amor el que logre el cambio y logre la salvación y la renovación de todo lo creado. Yo, por el Amor a Mi Padre, os vine a enseñar lo que del Amor se puede esperar siempre y cuando éste también habite en vuestro corazón y que la Fe lo haga fructificar.

     Es imprescindible que el Amor habite en nuestro corazón, que el Amor venza vuestra soberbia, que el Amor venza vuestro  egoísmo, que el Amor venza vuestro rencor y vuestro odio.  Sí, Mis pequeños, el Amor debe estar muy por encima de vuestro ser, ya que deberéis darlo por completo, sin alteraciones, sin mengua, que así como lo recibáis de Mí lo deberéis dar a vuestros hermanos.

     Lo que os quiero decir es que deberéis ser sólo vehículo de paso de Mi Amor y de Mis Bendiciones para que éstos lleguen a vuestros hermanos y que vuestra humanidad no debe quitarles ni alterarles nada.  Por eso os pido que améis a los buenos y a los malos como Yo los amo, porque si anteponéis  al paso de Mi  Amor vuestros defectos humanos, Mi Amor y Mis Bendiciones ya no saldrán igual de vuestro corazón.

     Como os dije antes, éste es un tiempo de mucha maldad pero también de mucha Misericordia, la cuál se basa totalmente en el Amor. Os digo y os explico que ésta Misericordia de Mi Corazón, NECESARIAMENTE debe darse primeramente en el vuestro.
     
     Así, como en el tiempo en el  que viví entre vosotros, había gente, que al ver los milagros que Yo hacía, intercedían  por sus hermanos enfermos o poseídos para lograr su curación por el ruego de los que los amaban, ahora, en éstos vuestros tiempos debéis actuar en forma singular. Os he explicado también que la Fe es la que logra el milagro, pero no necesariamente debe tenerla la persona que va a ser sanada, sino que si la Fe la posee fuertemente la persona que intercede por ella, el milagro se  realizará.

     Para explicaros esto os voy a dar los ejemplos de sanación, algunos de los más conocidos de las Escrituras, para que entendáis mejor: Uno fue el del centurión  al interceder por su criado, “no es necesario  que  vayas Señor, ya que con una Palabra Tuya quedará sano”; otro, el ruego de la madre por su hija: “Si Tú quieres, te pido que la cures”; en la muerte de Lázaro, o también en la acción de aquellos hombres, quienes quitando parte del techo Me bajaron en una camilla al enfermo para sanarlo, etc.  Existen muchos ejemplos de intercesión en las Escrituras y todos obtuvieron mi ayuda, porque había amor y fe en los que intercedieron por ellos.

      Esto, Mis pequeños, es lo que os pido hagáis en éstos momentos de la historia.  Mucho mal y muchos malos existen alrededor del Mundo y están afectando la vida de los pueblos. Las decisiones erróneas y egoístas de unos pocos están afectando la vida y el futuro de millones.  Este es el producto del maligno, la maldad y ésta es la enfermedad por la debéis pedir sanación.  Es Mi Amor, que habitando en vuestro corazón, el que cure, por vuestra fe los males que os aquejan. No debéis tomar partido, no debéis guardar rencor, no debéis afectar Mi Amor con vuestra frialdad y despreocupación por los demás, dejad que Mi Amor fluya puro, completo a través vuestro para que sane todo aquello y a todos aquellos que lo necesiten.

    ¡Pedid, pedid sin descanso! ¡Pedid, pedid con fe, sabiendo que os escucho!

    ¡Pedid, pedid con amor sincero y honesto para que venga a vosotros Mi Fuego y purifique todo! Muchas, muchas almas necesitan Mi ayuda, pero no son capaces ni deseosos de pedirMe su curación.  Os aseguro que por esto que hagáis, muchas almas se salvarán y muchos males de la Tierra se disminuirán o se cancelarán. Recordad que el poder de la oración es muy grande y Yo estaré esperando vuestro ruego por vuestros hermanos necesitados; quiero ardientemente escuchar con el amor de vuestro corazón: “Jesús, si tú quieres…” y vuestra fe no limite Mi poder de acción.

    Yo os bendigo en Nombre de Mi Santo Padre, en Mi Santo Nombre y en el del Amor de Mi santo Espíritu.