Ene 06_03 Al Niño Jesús podéis adorarlo también ahora, todos los días en el Tabernáculo.

Mensaje.



Mensaje de la Santísima Virgen María a J.V.

     Hijitos Míos, hoy se levantan ansiosos vuestros pequeñines para ir a buscar los regalos que los Reyes Magos les han dejado junto al Nacimiento en vuestro hogar. Sí, son regalos materiales que logran producir un contento espiritual, lo cual es bueno y une el alma al Cielo, porque los niños creen, tienen Fé y ésa Fé mueve a sus padres a que se les realice el bien esperado.

     Hoy vosotros, como adultos en la Fé y en las Verdades de las Escrituras, debéis ver la realidad de éste acontecimiento tan grande y tan bello.  Vuestro Dios, utilizando signos que podían entender éstos hombres estudiosos del cosmos pero respetuosos de un Dios verdadero, permitió que pudieran encontrar a Mi Hijo, al Dios Encarnado, hombres que aceptaron Su Divinidad mucho antes de que otros hombres de su época, tuvieran también la Gracia de Su Revelación por medio de Su Predicación y de Sus Milagros.

     Ellos, al igual que los judíos, esperaban ya al Mesías, al Salvador, pero lo más triste de todo esto, y que sea vuestra lección, es el ver como éstos sabios sí confiaron en los signos  y señales que Nuestro Dios les puso en su vida y en su camino y, en cambio, los judíos, a pesar de tener en las Escrituras el anuncio que los Profetas hacían de Su llegada, no tuvieron la Fé y la confianza para aceptarlo.

     Los Magos no eran del pueblo escogido, pero tuvieron más Fé que aquellos que sí lo eran.  Llevaron regalos para adorar al Dios que acababa de llegar y estaréis de acuerdo Conmigo que ellos se llevaron  un regalo mucho más grande que el que le dejaron a Sus pies.  En cambio, el pueblo escogido tuvo a Mi Hijo, a su Mesías entre ellos y ni lo adoraron, ni lo aceptaron, quedando sin recibir las bendiciones que debieron haber recibido porque eran ellos los del pueblo escogido.

     Ahora, en éstos tiempos, vivís igual que antes.  Hay gente sencilla, gente buena, que al ver los signos y señales que suceden en su vida, los aceptan y así su corazón se mueve a adorar y a servir a su Dios, viviendo luego de acuerdo a lo que Mi Hijo os enseñó.  En cambio muchos otros, a pesar de tener frente a ellos a Mi hijo en las Escrituras, en las Enseñanzas de la Iglesia, en los acontecimientos diarios, no Lo aceptan, su corazón es duro,  su indiferencia le causa mucho dolor a vuestro Dios.

     Crecéis y en vez de mejorar en vuestra Fé, os empeoráis, os dejáis llevar por el mundo, de tal forma que vuestro Dios ya no tiene lugar en vuestra vida.  Y se sigue repitiendo la historia, la gente sencilla y buena es la que sigue aceptando a Mi Hijo.

    Yo, como Madre del Salvador, como Madre del Redentor, os sigo buscando a todos vosotros.  Se os dan signos, se os dan Mensajes a través del Mundo entero, para anunciaros que Mi Hijo está en la Tierra, que Mi Hijo está vivo, que Mi Hijo está aquí para redimiros, que Mi Hijo quiere un cambio para que ser logre vivir en la tierra el Amor que se vive en el Cielo.  Se Me ha dado  de lo Alto éste tiempo para ayudaros a todos vosotros a volver al buen camino, a mover vuestro corazón a regresar al  Señor, vuestro Dios, a mostraros nuevamente en dónde está la Verdad que debéis seguir para que ayudéis a Mi Hijo  en la salvación de vuestros hermanos de todo el Mundo.

     Sí, Soy Madre de Dios, pero también soy Madre vuestra y os quiero llevar al Pesebre a que reconozcáis a vuestro Dios que ha venido a salvaros, a dejar Su Vida por cada uno de vosotros, a elevaros a una espiritualidad santa y así podáis gozar de los Bienes del Cielo aún estando en la Tierra.

     Sí, Yo vuestra Madre llena de Gracia, os vengo a compartir de los regalos que Mi Hijo os puede dar si lo venís a adorar de corazón y reconociendo en El a vuestro Dios y Salvador.

     Mis pequeños, mucho desperdiciáis por vuestra tibieza espiritual, por vuestra falta de Fé, por vuestra falta de interés en el buscar las Verdades que vuestro Dios, Mi Hijo, os vino a enseñar.

     Ya no tenéis que caminar días y días, como los Magos lo hicieron, para ir a adorar al Dios que acababa de llegar, vosotros lo tenéis a la mano, tenéis todo para lograr tenerlo a diario en la Sagrada Eucaristía.  Ya no necesitáis preguntar: ¿En dónde se encuentra el Niño para ir a adorarlo?, ya está con vosotros en cada Tabernáculo.  Si no buscáis, no entraréis y si no aceptáis, no recogeréis de los regalos tan abundantes que Mi Hijo os puede dar.

     Sigo llevando el Anuncio de Mi Hijo a todas partes del Mundo, Sigo anunciando la Buena Nueva a través de los Mensajes que doy a través de Mis pequeños por todas partes.  Sigo buscando conversión en las almas para lograr se dé ya el Reino de Dios en la Tierra.  Sigo muriendo de dolor al ver como Le matáis con vuestros pecados, pero sobre todo con vuestra indiferencia.

     Os he anunciado por mucho tiempo que el Regalo de vuestro Padre Dios ya está en la Tierra, Mi Hijo entre vosotros, pero vuestra indiferencia persiste y esto ya no puede seguir así, puesto que el Amor de vuestro Dios no puede permitir que Su Creación se vuelva mala y que niegue Su Verdad.  La Creación fue  concebida en el Bien y para el Bien y no ha cumplido su fin, por ello, si no le ponéis remedio a vuestro pecado y a vuestra indiferencia, vuestro Dios tendrá que arreglar todo lo que se ha desviado y lo encaminará al Bien prometido y, así como ya os lo he anunciado tanto, ésta acción de vuestro Dios va a ser muy dolorosa para vosotros, siempre y cuando entendáis a tiempo y pongáis el remedio.  Vuestra conversión de corazón y el vivir en las Enseñanzas de Mi Hijo son la clave para evitar dolores innecesarios, pero en vosotros está la respuesta.

     El mal ya está destruyendo al Mundo entero, pero vuestro cambio y vuestra oración pueden volver todo al buen camino, como se os ha enseñado ya en las Escrituras.

     Buscad la Fé y soltaos en su confianza a vuestro Dios, como la gente sencilla lo hace y que alcanza tantos favores de vuestro Dios y veréis que el cambio se podrá dar sin mucho dolor ni sufrimiento.

     No seáis torpes, Mis pequeños, os estoy tratando de evitar un gran dolor. Volved a vuestro Dios y encontraréis y viviréis el Cielo con ello.

     Yo os bendigo en Nombre de Mi Padre Dios, en Nombre de Mi Hijo, Salvador y Redentor, en Nombre de Mi esposo, el Santo Espíritu de Amor y en Mi Nombre, la Sierva de la Santísima Trinidad, vuestra Madre Santísima.