Ago 27_2020 Estos son momentos ya de purificación, de eliminación de muchas almas sobre la Tierra y del Universo entero. Os he insistido mucho sobre el estado de vuestra alma, y os seguiré insistiendo porque no quiero vuestra condenación eterna.

Coronilla de la Divina MisericordiaMensaje ÚNICO vespertino.

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Mensaje de Nuestro Señor Jesucristo a J. V.

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Habla Nuestro Señor Jesucristo.

(Lenguas…) Hijitos Míos, Me he dado completamente por vosotros y para muchos de vosotros todavía Soy un personaje de la historia, no Soy su Dios, no Soy su Salvador, simplemente un nombre más en la historia y eso Me duele, Mis pequeños, porque cuando uno ama y se da por el amigo, por el hermano, por el padre, por el hijo, por el ser querido, y éste le traiciona o no le importa lo que hayan hecho por él, se siente adolorido, decepcionado, sobre todo cuando uno ha puesto toda su esperanza en esa persona a la que ama.

Desde el preciso momento en que se os dio el don de la vida, Mis pequeños, Mi Padre y Nosotros, en Nuestra Santísima Trinidad, confiaMos en vosotros. Se os ha dicho que son muchas las almas a las que se les puede dar el don de la vida, pero cada uno de vosotros fuisteis escogidos para llevar a cabo la misión que se os encomendó, pero es una misión muy especial que nadie más la puede llevar a cabo mas que cada uno de vosotros. No todos tenéis la misma misión, y si vosotros no cumplís con ella, con la que os toca particularmente cumplir, queda un hueco que se tiene que llenar en algún momento y esperar a que otra alma pueda cumplirla y cubrir lo que aquella otra alma no quiso cubrir.

Esto es doloroso, Mis pequeños, porque somos familia y en una familia unos y otros se ayudan, se aman, se dan unos por los otros para que todos vayan creciendo y mejorándose. Aunque la mayoría de vosotros lo veis en lo material, principalmente, muy pocos ven ese crecimiento, esa ayuda, en lo espiritual.

Vosotros, cuando nacéis, pertenecéis a un país, a un estado, a una familia. Se os da un acta de nacimiento en donde queda anotado vuestro día de nacimiento, vuestros padres, todo lo que se tiene que saber sobre ese bebé que apenas acaba de nacer. Vais creciendo y os vais dando cuenta que, en el país en donde nacisteis, hay reglas que debéis cumplir, porque si no tendréis alguna sanción y a la cárcel podréis ir por no cumplir lo que se os manda, pero también podéis ser ciudadanos honorables que habéis hecho algo grande para con los vuestros de vuestro país, de vuestro pueblo, de vuestro estado, y se os da también un premio por ello.

Esto es en cuanto a vuestra vida sobre la Tierra, pero muy pocos de vosotros pensáis en algo más grande: Que vosotros estáis llamados a ser ciudadanos del Cielo, y eso es un honor mucho más grande. También hay reglas, obviamente, que os he dado, que son los Mandamientos, que es la vida en la Gracia que debéis vivir; tenéis también vuestras obligaciones y también tendréis amonestaciones si no cumplís con lo que se os manda.

La gran mayoría de vosotros os fijáis nada más en la vida de la Tierra y las obligaciones que debéis llevar en ella, pero muy pocos meditáis en lo que os he dicho, que estáis llamados a ser ciudadanos del Cielo, y esto será por toda la eternidad, Mis pequeños.

Ciertamente, si hicisteis cosas buenas, os reconocerán aquí en la Tierra, en donde nacisteis o quizá hasta en el mundo entero, si fuisteis alguien muy especial que ayudó a la humanidad, pero también se os puede recordar por cosas malas y esto queda grabado para muchas generaciones, y quizá por el tiempo de vida que tengáis aquí en la Tierra y por vuestros descendientes que os recordarán por lo que hicisteis, pero es más grave cuando se está hablando de la eternidad.

Si actuasteis en el bien, en el Cielo también tendréis ese reconocimiento, pero si actuasteis en el mal, dejaréis mucho dolor en el Cielo, especialmente en Nuestra Santísima Trinidad, porque mucho se os dio, mucho se os confió, y no disteis el ancho, y además tendréis vuestra amonestación eterna en la condenación de vuestra alma.

Desgraciadamente, la vida sigue pasando, el hombre no medita estas realidades de vuestra existencia. Tarde o temprano la muerte os llegará, queráis o no queráis y creáis o no creáis tendréis un juicio, y os presentaréis ante Mí, vuestro Dios, y seréis juzgados. Serán puestas vuestras buenas obras en la balanza y también las malas, y si no creísteis durante vuestra vida, sobre esta situación real, en ese momento ya no habrá forma de escapar de esta realidad: Os salvaréis eternamente u os condenaréis eternamente.

La gran mayoría de vosotros en la Tierra vais pensando, sobre todo en la edad madura, cómo viviréis cuando lleguéis a la ancianidad, a la senectud; vais ahorrando, vais cuidando vuestra economía, vais buscando cómo vais a sobrevivir en vuestros años difíciles de la ancianidad, pero pocos os preparáis para los años difíciles previos a vuestro Juicio Final en el Reino de los Cielos. Ciertamente, os voy dando momentos para que meditéis en vuestra madurez y en vuestra ancianidad; recordad que Soy un Dios Justo, Benévolo, Misericordioso, y lo que menos quiero es vuestra condenación eterna, pero aun así, en esos momentos, en esas edades de la ancianidad, pocos responden.

¡Cuánto dolor Me causáis! Soy vuestro Dios, quiero lo mejor para vosotros y para los vuestros, y así Me pagáis. Os doy tanto, os doy lo que necesitáis en la Tierra, os doy lo que necesitaréis para crecer espiritualmente y que necesitaréis para vuestro Juicio Final, pero son tan pocos los que se preparan para ese momento, y os repito, del cual, aunque dudéis, aunque no creáis en él, lo tendréis. ¿Cómo estará vuestra alma en ese momento? ¿Tendréis un premio eterno o tendréis el castigo eterno?

Estos son momentos ya de purificación, de eliminación de muchas almas sobre la Tierra y del Universo entero. Os he insistido mucho sobre el estado de vuestra alma, y os seguiré insistiendo porque no quiero vuestra condenación eterna.

Os amo, ¡entendedlo! Os di el don de la vida, os amo y cómo quisiera forzaros para que os salvarais, pero el premio también se gana con el libre albedrío, o estáis conMigo o estáis contra Mí. Ese va a ser el momento decisivo, cómo llegaréis ante Mí. ¿Estuvisteis conMigo o estuvisteis contra Mí?

Gracias, Mis pequeños.