Sep 11_01 Hoy quiero que reflexionéis sobre Mi Vida.

Mensaje.

 

Mensaje de la Santísima Virgen María a J. V.

 

Habla la Santísima Virgen María,
Hijitos Míos, Soy vuestra Madre Santísima, Madre del Verbo Encarnado, Madre del Amor. Hoy quiero que reflexionéis sobre Mi Vida, vida de dolor, pero también de gozo y que de ella toméis ejemplo para que os podáis proteger de las insidias del maligno.

Yo, Madre vuestra, al haber sido la Madre de Dios Encarnado, podríais pensar que Mi Vida fué muy cómoda, que fuí consentida por Dios Padre, que no sufrí nada por haber llevado una misión tan sublime.

No, Mis pequeños, se podría decir que fui la Mujer del Amor y la Mujer del dolor. Desde muy pequeña, a la edad de tres años, fuí apartada de Mis padres, San Joaquín y Santa Ana, para ser entregada al Templo y así ser preparada para servir toda Mi Vida a Dios, nuestro Creador.

Vosotros os podéis imaginar Mi dolor por la separación de Mis padres terrenos, a esa edad en donde todavía se necesitan las caricias, los besos, los apapachos de alguien que nos ama. Prescindí de ello para entregarMe de lleno a las delicias de Mi Padre, delicias que no se pueden tener de alguien de la Tierra.

Fuí creciendo y tuve el segundo gran dolor, otra separación. Se Me ordenó dejar el Templo, ¡dejar de servir a Mi Dios en Su Casa! , para contraer nupcias con el señor San José. Sí, era un hombre justo y muy bueno, pero nunca como Mi Señor y por obediencia acepté ésta segunda separación.

Poco tiempo después tengo un gozo tremendo, infinito, divino, Mi Inmaculada Concepción. Sí, fué un momento exquisito para Mi Alma donada a Mi Señor, se Me indicó la magnitud de Mi tarea, pero también se Me indicaron los múltiples sufrimientos que seguirían, los cuáles no se hicieron esperar y el primero fue cuando Mi futuro esposo San José Me vió encinta del Salvador del Universo. Nuevamente Me ví despojada, en su mente Me vió falla en Mis Virtudes, especialmente de la Pureza, callé, pero el Ángel del Señor vino a reivindicar Mis Virtudes ante Mi esposo terreno.

Yo deseaba un lugar preciosísimo para que naciera Mi Bebé, Mi Dios, Mi Señor, pero, nuevamente, Me veo despojada, ahora de la comodidad de las cosas de la Tierra y, prácticamente mendigando, encontramos un lugar indigno para que el Dueño del Universo naciera, ¡cuánto dolor y a la vez, cuánto gozo!

Poco tiempo después de Su Nacimiento el Ángel del Señor Nos ordena abandonar Nuestro Hogar porque Herodes quería matar a Mi Hijo. Vuelvo a ser despojada y ahora de lo poquito que tenía, Mi pobre casita de Nazareth y nos tuvimos que ir a un país extraño hasta que el tirano muriera.

Va creciendo Mi Hijo y unos años después vuelvo a ser otra vez despojada y es ahora de Mi esposo San José, nuevamente un gran dolor. Mi Hijo Jesús mantiene Nuestro Hogar y paso momentos de Cielo a Su lado hasta que llega a Su Plenitud y empieza Su Misión Pública en donde cada vez lo voy perdiendo más y más.

El, al llevar la Palabra del Padre, tenía que recorrer gran cantidad de pueblos y Yo ya sólo lo veía de vez en vez hasta que decido acompañarlo, junto con las discípulas, a muchos lugares de predicación. Lo vela más que antes, pero aun así la separación era cada vez mayor. El Mundo ganaba a su Dios y Yo iba perdiendo a Mi Hijo. Fue un despojo paulatino y muy doloroso, porque sabía en qué iba a terminar todo.

Llega el tiempo de la traición y de Su Muerte. Las que son madres y han perdido a un hijo podrán entender, aunque sea un poquito, Mi gran dolor.

Sí, resucita y viene a Mí y está un tiempo más acompañándoMe aquí en la Tierra, pero luego viene Su Ascensión Divina y prácticamente Me quedo sola, despojada de Su Presencia Humana, porque la Divina nunca se separó de Mi Corazón. Este último despojo duró varios años hasta que fuí llamada por Mi Dios a unirMe en cuerpo y alma a Mi Hijo en el Reino de los Cielos.

Con todo esto os quiero hacer notar que la vida de aquél que se da a  Nuestro Dios, lleva una vida de dolor, de despojo a todo lo que sea de la Tierra, a todo aquello que lo pueda a uno apartar del Bien Eterno.

Sí, ciertamente se vive el dolor y la pena, pero eso es recompensado en momentos de la Tierra, con innumerables “besitos divinos”, que son momentos que tiene el alma de éxtasis y de regalos divinos palpables, durante su misión terrena y culminan con el Gran Gozo al final de sus días en el reino de Nuestro Padre Dios.

Sí, se llega a sufrir mucho cuando uno se da en pertenencia a su Dios, pero los momentos de gozo que se ganan por ello, lo mantienen a uno lleno de felicidad y de deseo de seguir sirviendo a Aquél por quién vivimos.

El maligno no es quien nos despoja de las cosas del mundo, al contrario, él es quien las provee, porque con ellas os quiere hacer presas para la perdición eterna. Es nuestro Dios quien os está cuidando constantemente de que no os arraiguéis a las cosas del mundo, de forma que así pudiérais perder el Reino de los Cielos.

Pocos de vosotros entendéis bien esto. Las riquezas exageradas, los bienes superfluos, la vida desenfrenada, sólo os llevan a la separación con vuestro Dios y os están abriendo camino a la perdición. Si en algún momento de vuestra vida sois despojados de algo o de alguien, no es por maldad ni por causaros daño, ¡es para salvaros!

Las muchas riquezas, el mucho desvío de lo divino, lleva a la pérdida de lo espiritual, por eso muy claramente es lo dijo Mi Hijo Jesucristo: “No se puede servir a dos amos, o a Dios o al dinero”. Ellos son diametralmente opuestos, no se puede vivir en los grandes lujos y tener el corazón lleno de amor por los necesitados. Como regla general, en donde sí hay excepciones, los que viven en grandes lujos no llegan a darse cuenta de las necesidades reales de sus hermanos pobres o simplemente no las creen o no les interesan. Por ello, el dinero en exceso y la caridad van muy separadas una de la otra.

Nuevamente os repito, si os véis despojados de algo o de alguien, primeramente, antes de maldecir, haced un balance de vuestra vida ante vuestro Dios. Ved en vuestro interior qué lugar ha ocupado vuestro Dios en los últimos años y ved qué bienes espirituales habéis adquirido a través de los bienes materiales que atesorasteis. Poned sinceramente vuestra vida espiritual en la balanza y juzgad vuestro comportamiento con vuestro Dios y con vuestros hermanos y así, si actuáis humildemente, Mi Esposo, el Santo Espíritu os hará reflexionar y AGRADECER el despojo que recibisteis.

Atended más a vuestro interior para que podáis entender más a vuestro Dios. Él os cambiará lo mundano por lo divino y así vuestro gozo será mayor.

Yo os bendigo en Nombre de Nuestro Padre Dios, de Mi Hijo Jesucristo, de Mi Esposo el Santo Espíritu de Amor y en Mi Nombre de Madre vuestra y de todo el género humano.