Jun_27_98 La Santa Misa: Celebración más grande en el Cielo y la Tierra.

Mensaje de Nuestro Señor Jesucristo en la Fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Habla Nuestro Señor Jesucristo,
Sobre: No hay Celebración más grande en el Cielo o en la Tierra que la Santa Misa, no la desaprovechéis hijos Míos.

Se está celebrando en la Iglesia una Primera Comunión comunitaria.
Se alegra Mí Corazón al ver tantos niñitos acercarse a Mí para tomar por primera vez Mi Cuerpo, Mi Sangre, Mi Vida misma. ¿Cómo se alegra Mi Corazón al ver Mi Templo lleno!, pero a la vez se entristece porque la gran mayoría sólo viene por compromiso, otros sólo para acompañar a los que los invitaron, no para acompañarme a Mí, Vuestro Dios y Salvador.

Vienen a Mi Casa y la gran mayoría no sabe siquiera cómo se deben comportar, el respeto que se Me debe en Mi Casa, cómo seguir la ceremonia de la Santa Misa. Veo corazones indiferentes a Mi Presencia Real y Verdadera en el altar. Veo corazones que llevan años de no recibir Mí Cuerpo en la Sagrada Eucaristía. Veo corazones sucios por el pecado y se acercan a tomarme de manos de Mi Ministro, como si fuera cualquier cosa, sólo lo hacen por compromiso ante sus invitados, por el qué dirán o por llenar un requisito en la Misa. Se levantan a tomarme porque los demás lo hacen y ellos ya ni se acuerdan, o poco les importa, de que hay que recibirme con el alma limpia de todo pecado y alegre de recibirme. ¡Cuántas almas son las que Me reciben estando en grave falta! NO saben que están tomando su propia condenación.

Hijitos Míos, pregunto ¿Acaso he dado ocasión para merecerme tanto desprecio, tanto pecado, tanta ingratitud de parte vuestra? Son tantas las bendiciones que derramo en la celebración de la Sagrada Eucaristía y no sabéis apreciarlas y mucho menos, agradecerlas. Venir a Misa es: venir a compartir conmigo Mi Vida, Mi donación total por todos vosotros en todos los tiempos, venir a compartir conmigo el recuerdo de la Institución de la Sagrada Eucaristía, venir a compartir Mis Palabras de Vida, venir a compartir la alegría de ver tantas almas que salen del Purgatorio por cada Misa bien realizada, venir a compartir conmigo Mi Donación, Entrega y Sacrificio Eterno a Dios Padre por vuestra salvación y santificación.

Venir a visitarme debiera ser una fiesta grandísima de vuestro corazón.

Debiera ser la alegría de la familia, del poderse acercar a convivir en una forma real y verdadera con Mi presencia VIVA con vosotros. Debiera ser el deseo más grande de vuestro corazón y de vuestra alma de venir, al menos, cada Domingo, para agradecerme, para contarme vuestras alegrías y necesidades, para acompañarme a Mí, vuestro Dios y Señor, el Amor por excelencia, para compartir éstos momentos Divinos en los cuáles se une el Cielo con la Tierra.

Es tanto y tan grande lo que se vive en una Misa, que quedaríais asombrados, si pudierais ver, la magnificencia que rodea un altar, una capilla, una Iglesia, al estarse celebrando una Misa. Os daría vergüenza el presentaros en el estado del alma en la que muchos de Mis hijos se presentan a una celebración de Mi Sagrado Cuerpo y Sangre Preciosos. El Cielo entero se encuentra entre vosotros, los ángeles rodean el altar y custodian cada lugar interna y externamente de la Capilla o Iglesia en donde se está celebrando Mi Sacrificio Perpetuo. Los Santos del Cielo se sientan y os acompañan en los mismos lugares en los que todos vosotros estáis. Las Iglesias se llenan de Cielo, ¡Es la Fiesta preferida del Cielo! Es la fiesta Perenne de Mí Corazón. Es la Fiesta que recuerda Mí Donación Total por vosotros, es la Fiesta que recuerda vuestra salvación y vuestra recuperación en todas las Gracias para vuestra salvación. Es la Fiesta en la que se derraman TODAS las Gracias y Bendiciones que Mi Padre concede no sólo a los que están asistiendo a la Santa Misa, sino a todo el Mundo. Son Gracias que se derraman de conversión, de salvación, de santificación para el Cielo, Purgatorio y Tierra.

La Santa Misa es la Fiesta que reúne a toda la Creación, que reúne a todas las almas creadas de todos los tiempos, pasados, actuales y futuros. En la Santa Misa se derrama todo el poder Divino, es el Nuevo Paraíso para aquellos que viven en Mi Gracia, en estado limpio de su alma, en aquellos que realmente Me buscan para amarme y para vivirme en ellos.

Es el alimento supremo para vuestro crecimiento espiritual. “Quién no coma Mí Cuerpo, ni beba Mí Sangre, no tendrá parte Conmigo en el Paraíso”, así os lo dije y así es. Pero también os lo repito, el tibio, el indiferente, el convenenciero, el que sólo Me busca por interés personal y generalmente es por interés material, será vomitado de Mi boca. Y peor será, recordadlo muy bien, aquellos que tomen Mí Cuerpo y Beban Mi Sangre Preciosa estando en pecado mortal, no Me están tomando a Mí, están tomando su condenación eterna.

Hijitos Míos, entendedlo bien, Yo no Soy un dios de Temor, ni Justiciero, ni Rencoroso, Soy un Dios de Amor, un Dios que se dá en pleno, aún a aquellos que poco Me aman ó que, peor aún, Me atacan, pero que Soy Paciente y os busco a lo largo de vuestra existencia en la Tierra, esperando el momento de vuestro retorno a la Gracia y a la conversión, las cuáles perdéis por dejaros llevar por las asechanzas y propuestas mentirosas de Mi enemigo.

Yo os acerco infinidad de ocasiones durante vuestras vidas para que regreséis a la Verdad, para que retoméis la misión que Me prometisteis que realizaríais por Mí en la Tierra. Yo espero vuestro arrepentimiento sincero para Yo tomarlos y llevarlos de regreso a la Casa de Mi Padre. En una palabra, Yo busco sólo vuestro bien. Pero también exijo, con justa exigencia, respeto a Mi Persona, respeto a Mi Casa, respeto a la recepción de la Sagrada Eucaristía, respeto a Mis ritos, respeto a Mi Nombre Santo en vuestras conversaciones y a Mis representaciones en imágenes y estatuas, respeto a Mi Presencia real y verdadera dentro de vosotros, respeto a los lugares santos que se encuentran diseminados por toda la Tierra, respeto al Amor que os doy.

Recapacitad hijos Míos y vivid las alegrías y las bondades que os concedo todos los días, ya sea que asistan o no a una Misa, de todos modos estáis recibiendo a diario las bendiciones que se derraman de cada Misa que se celebran en todos los lugares de la Tierra y no os dais cuenta de ello y además, no lo sabéis agradecer. Ahora los sabéis y espero vuestro agradecimiento y uníos a cada una de éstas santas celebraciones alrededor de la Tierra, en todo momento, porque son ésas gracias que se derraman las que detienen muchos males en vuestro mundo y detienen la furia de Mi enemigo para atacarlos. Pero también necesito de vosotros, que asistáis cuando menos, los domingos a Mi Santísima Celebración de la Misa, para que personalmente y como invitados de Mí Corazón, vengan a compartir Conmigo Mi Vida y la puedan compartir, por manos de Mi Madre Santísima y del Señor San José, a Mi Padre Celestial para el derrame de Gracias y bendiciones y agradecimientos, para vosotros mismos, para vuestras familias, para el mundo entero, para el Purgatorio y para el Cielo.

Recordad que en cada Misa el Cielo entero convive con vosotros, está junto a vosotros, presentaos, por favor, de una manera digna tanto de alma como de cuerpo, sabiendo que es el mismo Padre el que está recibiendo toda vuestra vida, junto con la Mía, en ésos momentos.

Vivid conmigo éstos momentos celestiales que se viven en cada Misa, junto con todo el Cielo. Son grandes momentos, los cuáles veréis cuando estéis conmigo y veréis entonces cuánto dejasteis de aprovechar en cada Misa, o cuánto ganasteis en cada una de ellas.

No hay Celebración más grande en el Cielo o en la Tierra que la Santa Misa, no la desaprovechéis hijos Míos.

Os bendigo en Nombre de Mi Santo Padre, Señor y Creador de todas las cosas, en Mi Nombre, Vuestro Jesús y Redentor y en Nombre de Mi Santo Espíritu de Amor.