Ago 31_99 Vengo ahora a prepararos a recibir la Segunda Venida de Mí Hijo.

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Mensaje.

 

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Mensaje de la Santísima Virgen María a J.V

 

Hijitos Míos, Soy Vuestra Madre, la Siempre Vírgen María. Así como la Aurora anuncia el nuevo día, Yo vengo ahora a prepararos a recibir la Segunda Venida de Mi Hijo.

Estos son tiempos que la Trinidad Divina Me ha concedido para ayudaros. Son tiempos en que, a Mujer Vestida de Sol, ha de reunir al rebaño escogido para que Mí Hijo os presente al Padre Celestial cómo holocausto de amor, por ser los que perseveraron, a pesar de las tinieblas que envuelven ya desde ahora a vuestro Mundo. Son tiempos en los que la Mujer y Sus hijos han de luchar contra las huestes del mal.

El maligno Me quiere arrancar de Mi regazo a cada uno de vosotros y Yo os defiendo, Yo intercedo, Yo Me doy por cada uno de vosotros, en unión con Mí Hijo, que se dio por cada uno de vosotros en la Cruz.

Estos son los tiempos de la Gran Tribulación, en donde vuestras almas están siendo atacadas por las fuerzas del mal, en forma descomunal. La gran mayoría de vosotros no os dáis cuenta de ello o no queréis daros cuenta de ello, ya que vivís en un libertinaje que os conviene, que aceptáis, porque os habéis dado la libertad de ofender a vuestro Dios con vuestro mal comportamiento, sin que se os dé una llamada de atención por parte de vuestras autoridades eclesiásticas, ya que ellas también se han corrompido. Os estáis dejando llevar por la ola tremenda de maldad que va destruyendo todo a su paso y no os sentís lo suficientemente fuertes como para querer luchar contra ella. Preferís dejaros llevar por su fuerza destructiva y no hacéis nada, ni en lo moral ni en lo espiritual, como para tratar de luchar o hacerle ver a los vuestros en el error en el que también se están dejando llevar. Es más cómodo y “menos riesgoso”, humanamente hablando, el no oponer resistencia de ninguna especie al mal, el cuál se ha introducido en vuestra vida y a todos niveles. No queréis educar en el verdadero Amor y en la Pureza, ya que vosotros mismos no los vivís. No buscáis fuerza de lo alto, porque ya no queréis acudir a la Fuente de Vida que se encuentra en el vivir en estado de Gracia y en el Alimento Divino que os dan los sacramentos. Ya no acudís a la oración, porque os falta la Fé necesaria como para confiar en su inmenso poder. Acudís a vuestro Padre Celestial sólo para exigir cosas materiales, sin agradecerlas posteriormente. En pocas palabras, os habéis vuelto malos hijos. Queréis todo y no dáis nada y no sólo eso, sino que, además, muchos de Mis hijos atacan a Mí Santísimo Hijo, a pesar de que de Él han obtenido su salvación.

Hijitos Míos, así como la madre tiene la función de unir a los hijos en el hogar, a protegerlos, como la gallina protege a sus polluelos, a educarlos y prepararlos para que puedan algún día presentarse ante la sociedad, Mí Misión es la de haceros crecer en el Amor, preparar vuestras almas para estar “presentables” para la Segunda Venida de Mí Hijo y la de educaros, recordándoos las Palabras y Enseñanzas de Mí Hijo, para que podáis vivir vida de amor y fraternidad ya desde ahora.

El tiempo es corto, el ladrón se acerca y quiere destruiros. Espera dar el zarpazo final, destruyendo lo más precioso que poseéis y así completar su obra de oposición a la Obra Divina de Nuestro Padre Dios. 

Hijitos Míos, dáos cuenta del peligro que corre vuestra alma. Estáis en serias dificultades y no pedís ayuda. Os habéis quedado dormidos y el ladrón os está robando los valores de vuestra alma y la de vuestros hijos. No estáis volteando vuestros ojos al Cielo implorando ayuda, en cambio, os estáis revolcando en el fango que el maligno os está facilitando aquí en la Tierra. Vida de disipación, vida de vicio, vida de impiedad, vida de lujuria, vida de impureza, vida sin Ley. Os habéis acomodado a todo ello y ya no queréis reflexionar si es bueno o malo y cuando “reflexionáis” sólo os conformáis con decir “es que los tiempos ahora son así y hay que tomarlos como llegan”. Habláis sobre lo “obsoleto” de las Leyes de Nuestro Dios, os dejáis engañar con éstas falsas deducciones que crean corazones que apestan a maldad y perdición.

No os ponéis a reflexionar que en el Cielo no se vive no se puede vivir en la forma que ahora vivís y que vuestra estancia sobre la Tierra es efímera. No os ponéis a reflexionar que vuestras mismas obras serán vuestros jueces más severos cuando os presentéis ante el Amor Eterno y Justo de Nuestro Dios. No os ponéis a reflexionar que la vida del Cielo es vida de AMOR, PUREZA Y fraternidad VIVIDA en su máxima expresión y que para poder vivirla allá, os tenéis que empezar a preparar ya desde ahora, aquí en la Tierra. No os ponéis a reflexionar del tiempo que perdéis buscando vuestro propio yo, llenándoos de bienes materiales y olvidándoos de ayudar a los vuestros con el amor que debiera imperar en vuestro corazón, que es el Amor de Mí Hijo. Ya no os ponéis a reflexionar sobre el Gran Sacrificio de Amor que tuvo que padecer Mí Hijo Jesucristo, durante 33 años sobre la Tierra, para daros toda una enseñanza vivida en el Amor.

Él se ha dado por TODOS vosotros. Él se ha sacrificado por todos vosotros. Él ha vencido al mal para enseñaros cómo todos vosotros, también, lo debéis vencer. Él quiere vencer al mal en la presencia de cada uno de vosotros. Para ellos estáis sobre la Tierra, para que Mí Hijo se pueda encarnar en cada uno de vosotros. Vuestra misión real sobre la Tierra es sublime, dejar que Mí Hijo haga morada en el corazón de cada uno de vosotros.

Yo, Vuestra Madre Celestial, que llevé en Mí Divino Seno Virginal al Redentor durante 9 meses y ello Me daba vida de Cielo, Yo os pido Le permitáis que vuestro Dios, Mí Hijo, el Creador de todo el Universa, viva en vuestro corazón y actúe a través de todas vuestras obras y os aseguro que empezaréis a vivir, también, ésa vida de Cielo que viví y sigo viviendo en Mí Corazón y ante Su Presencia, ahora en el Cielo.

Una verdadera madre nunca es egoísta, se dá en totalidad por sus hijos, con tal de ver en ellos su vida realizada, con nuevas alegrías cómo las que vivió en sus etapas tempranas. Yo, como la Perfecta Madre, Me doy a cada uno de vosotros, en el Amor de Mí Hijo, para atraeros a la Casa Paterna. Mí Misión es de Apostolado, de Intercesora, de Medianera, de Corredentora. Os quiero llevar a la perfección del Amor, pero para ello necesito os déis cuenta plena de la necesidad que debe tener vuestra alma, de voltear nuevamente al Celo, a Mí Hijo, a pedir perdón por vuestras faltas, por vuestra tibieza, por vuestra falta de interés por la vida en la virtud y, así podáis conseguir, por Su Gracia, vivir la Verdadera Vida en Dios.

Recordad, hijitos Míos, del respeto absoluto, que Dios tiene para con las almas. Él no se impone a las almas, Él toma a todas aquellas, que libre y desprendidamente, se entreguen a Su guía y a Su Amor.

Hijitos Míos, Yo vengo hoy a recordaros lo que habéis olvidado, lo que habéis apartado de vuestra vida, lo que ya no queréis buscar, porque os impone un compromiso, con vuestro Dios y con vuestros hermanos. Pero, así también, no véis el otro lado de la moneda, o os dáis cuenta del inmenso bien y del infinito premio de amor que se os dará por toda la Eternidad, a todos aquellos que fueron obedientes y fieles hasta el final.

Os vuelvo a recordar, el tiempo es corto, la mies es mucha y el ladrón acecha día y noche, ¿estáis preparados y estáis preparando a los vuestros para el Gran Encuentro?

Acudíd a Mí, hijitos Míos. Acudíd a vuestra Madre, oremos juntos, ofrezcamos juntos. Tomad Mí Mano Materna que os llevará por caminos seguros de vida y salvación eternas. Yo os he dado a conocer el medio más seguro de protección a vuestra alma: la vida en la Gracia, la asistencia asidua a los Sacramentos y el Rezo del Santo Rosario.

Se os ha dado todo para lograr una estancia segura, protegida y bien guiada sobre la Tierra, para que podáis cumplir satisfactoriamente vuestra misión y para que podáis regresar triunfantes a la Casa Celestial.

¡Lo tenéis todo, no lo desaprovechéis! Vida Divina costó para que tuviérais todo ello, no la desperdiciéis, no seáis ingratos con vuestro Dios que tanto os ama.

Venid hijitos Míos, veníd, agradezcamos y alabemos juntos, unidos a los cantos angelicales, a Aquel por quién la vida y el amor se nos ha concedido.

Yo os bendigo en Nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo y en Mí Santo Nombre de Sierva del Divino Verbo.