Ago 17, 2020 Me presento ahora llorando como Me presenté en Mi aparición de La Salette. Lloro, lloro por el actuar del hombre, os habéis apartado tremendamente de las Leyes y del Amor de Mi Hijo. Lloro porque no estáis viendo la destrucción de vuestra alma, la destrucción de la Iglesia, la destrucción del mundo.

Rosario matutino – Mensaje ÚNICO

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Mensaje de la Santísima Virgen María a J. V.

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Primer Misterio. Habla la Santísima Virgen María

(Lenguas y cierto sollozo…)

Hijitos Míos, Me presento ahora llorando como Me presenté en Mi aparición de La Salette. Lloro, lloro por el actuar del hombre, os habéis apartado tremendamente de las Leyes y del Amor de Mi Hijo. Lloro porque no estáis viendo la destrucción de vuestra alma, la destrucción de la Iglesia, la destrucción del mundo.

Más de 100 años han pasado y se están cumpliendo ahora las profecías que en aquel tiempo les di a Mis pequeños hijitos. ¿Acaso no os podéis dar cuenta de que esto ya está sucediendo entre vosotros? Más de 100 años y no habéis puesto algo de vuestra parte para que no se llevaran a cabo todos los acontecimientos que os profeticé.

La Iglesia está hecha ya un desastre. Tal como les profeticé en esa época, hay sacerdotes contra sacerdotes, obispos contra obispos, cardenales contra cardenales, todos peleando por un bien común: el dinero y los bienes del mundo. Ojalá lucharan por la Fe. Ciertamente queda un remanente fiel de sacerdotes que están conMigo, que defienden a Mi Hijo y Lo viven, Lo transmiten, Lo aman, pero hay tantos ya que su alma huele a putrefacción humana.

¡Cuánta maldad hay ya dentro de la Iglesia!, causada por los que debieran ser ejemplo de Ella, como lo fue Mi Hijo, y a las pequeñas almas sacerdotales y religiosas no las apoyan, ¡las destruyen! No se le respeta a Mi Hijo, sacrilegios por doquier. Primeramente vosotros, sacerdotes, debierais proteger todo lo que os dejó Mi Hijo, Sus Palabras, Su Vida, Sus Milagros, el Amor hacia vosotros, y ya eso no os interesa. Sentís que el sacerdocio es como una profesión mundana semejante a las de vuestros hermanos, que cumplís con lo mínimo necesario y cobráis por ello, cuando se os ha dicho que busquéis primero el Reino de Dios y lo demás se os dará por añadidura, y eso es para todos vosotros, seres humanos.

Problemas en la sociedad, hombres que ya no quieren ser hombres, mujeres que ya no quieren ser mujeres, relaciones pecaminosas, las familias destrozadas porque en el centro de esa familia ya no está Nuestro Dios y Yo tampoco, vuestra Madre. Maldades en extremo por todos lados, ya no os respetáis los unos a los otros; respetáis a aquellos que tienen una economía mayor que la vuestra, pero no los respetáis por el hecho de ser hijos de Dios, que lo sois todos vosotros. Todos os merecéis respeto porque sois hermanos y sois una sola familia, pero ¡no!, os agacháis ante el poderoso y el rico, y al pobre lo despreciáis.

¡Cuánta maldad habéis dejado entrar en vuestro corazón! Y todavía se os hace raro que estéis padeciendo lo que estáis padeciendo. Se os había prometido en la Creación que, si cuidabais a lo creado, la Creación os cuidaría porque Nuestro Padre, Nuestro Dios, os la dio para vuestro cuidado y sustento, pero la habéis descuidado y ahora tendréis que darle cuentas a Nuestro Dios por cómo cuidasteis los regalos que Él os dio.

Habéis puesto ídolos antes que adorar a Nuestro Dios y Señor en Su Santísima Trinidad, y esto os acarrea muerte y destrucción, como ya en el pasado sucedía. No pondréis a nada ni a nadie antes que al Supremo Dios y Señor. La misma maldad que habéis liberado, esa misma maldad os destruirá; las fuerzas de la Naturaleza se voltearán sobre vosotros y muchas vidas cobrará. Estáis cubiertos de estiércol, y ese estiércol ha llegado a vuestra alma y a vuestro corazón. Estáis muertos en vida y no queréis entender, a pesar de lo que sucede a vuestro alrededor.

Lloro, Mis pequeños, porque sois Mis hijos, porque sois hijos de Mi Dios y Señor, y no veo en vuestro corazón ningún deseo de cambio, ningún deseo de tener nueva vida inspirada por Mi Esposo, el Santo Espíritu de Amor. Queréis que todo vaya bien en vuestra vida cuando no habéis respetado al Dador de la Vida, es más, os habéis apartado de Él, ni siquiera Le agradecéis lo que tenéis a pesar de que Él se sigue derramando en Bendiciones sobre buenos y malos.

¡Qué ciegos estáis! La soberbia y la maldad no os dejan ver la realidad, vuestra existencia se la debéis a Nuestro Dios y Señor, una existencia que debiera ser santificadora, que debiera producir muchos frutos, tanto para vosotros como para aquellos que os rodean, y ¿qué habéis hecho con vuestra existencia? Nada bueno, nada que os pueda salvar de vuestra condenación eterna.

Se os ha avisado de algo fuerte que vendrá muy próximo, y no estáis preparados para ello y ni estaréis la gran mayoría de vosotros, muchas almas se perderán, ¡muchas! Por eso Mis lágrimas, por el dolor que Nos causáis. El remanente fiel gozará el Nuevo Tiempo que vendrá, pero os pido, Mis pequeños, los que conocéis y aceptáis las profecías que se os han dado del Cielo, que le rindáis culto a Nuestro Dios, en su Santísima Trinidad, y oréis por vuestros hermanos, por su salvación eterna.

El triunfo de Mi Hijo pronto vendrá sobre las huestes de satanás. Le he de pisar la cabeza a aquel que se opuso al Bien, que se opuso al Amor. AcompañadMe, Mis pequeños, en Mis dolores, dolores de una Madre que os ama infinitamente, de una Madre que ha venido intercediendo por vosotros por muchos años, pero esta humanidad necia no quiere entender.

Que vuestro tiempo, Mis pequeños, sea tiempo de intercesión por vuestros hermanos. El Cielo os protegerá porque sois almas buenas, almas que entendéis el mal que se ha diseminado y que muchos no quieren regresar al Bien. AcompañadMe, Mis pequeños, en estos momentos de soledad en los que Me encuentro al llorar por vuestros hermanos, al llorar para que abráis vuestro corazón y pidáis por una verdadera conversión de corazón y una pureza angelical, estáis llamados a ello, fuisteis creados un poquito inferior a los ángeles.

Tomad pues vuestro lugar ya, Mis pequeños. Pedidle al Eterno Padre, Mi Señor y Mi Dios, que os conceda ese don con toda su intensidad: el ser un poquito inferior a los ángeles y empezar a obrar fuertemente para el Cielo, salvando almas, alabando a Nuestro Dios, viviendo vida de Cielo en la Tierra, cambiando todo aquello que satanás ha destruido y que ha llevado hacia el mal.

Estáis llamados a algo grande, Mis pequeños, dejad que Mi Santo Espíritu os mueva hacia aquello a lo que estáis llamados. Pocas almas aceptan la tarea a la que están llamadas, es vuestro libre albedrío. Yo estoy con vosotros, amaos los unos a los otros como Mi Hijo os lo pidió.

Os amo, Mis pequeños, acompañadMe en estos tiempos que ya son los tiempos.

Gracias, Mis pequeños.